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listado de poemas en audio por primeros versos letra l

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1102 poemas con la letra "l"

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Sexo mecánico con litografía de María Eloy - García
la abstracción metódica de tu cuerpo no necesita hermenéutica porque no puede interpretarsetu científica sonrisa mi horizonte dilatado no puede con el coro de tus miembros trágicos exarconte de sexo cantando/ ni necesita justificación histórica tu culo electrónico es por eso la extrañeza ...
Actitud de Héctor Rosales
la actitud adversa de no visitarme hizo que viniera tu ausencia con más sinceridad que nunca por eso comprendí y le cerré la puerta...
Los habitantes del poeta de Luis Alberto Ambroggio
La Afrodita sin brazo izquierdo del Museo Británico irradia sueños empolvados y lo acompaña. Espíritus, musas, hechos con dirección desconocida, ídolos húmedos, sombras con tatuajes de calendario, sombras que miran con agujas de olvido jamás se van de la fiesta. ...
La alondra de Alberto Blanco
La alondra construye con su canto topacios inalterados por el vuelo: paisajes remotos en lo inmediato El sol en los viñedos de las colinas y las últimas sombras en la tierra bajo el cielo plateado más que azul. Cristales nacidos de los 4 vientos: memorias de viajeros que no aceptan límites ...
Nacer mujer-poeta de Lourdes Espínola
La alternativa: Saltar del balcón; despedazarlo. Faldas, abanico, hilo, aguja: me desnudo y rebelo. ¡Basta de mirar la vida desde este balcón! Cárcel semicircular tímpano sordo, sorda boca grito y digo del solitario oficio de escribir. Manuscrito de internas visiones espejos de mujer abriéndose. ...
Gentes apresuradas de Concepción Silva Bélinzon
La amapola se quema y no asustarse (el padre se vistió para la tumba) gentes apresuradas sin mirarse sobre un tronco flotante... llora y zumba. El perdón no bastaba sin amarse viviendo sólo en parte se derrumba; soportar cualquier cosa no es salvarse el verano tan largo ya retumba. ...
A Puerto Rico de Luis Llorens Torres
La América fue tuya. Fue tuya en la corona embrujada de plumas del cacique Agüeybana, que traía el misterio de una noche de siglos y quemóse en el rayo de sol de una mañana. El África fue tuya. Fue tuya en las esclavas que el surco roturaron, al sol canicular. Tenían la piel negra y ...
La cifra de Jorge Luis Borges
La amistad silenciosa de la luna (cito mal a Virgilio) te acompaña desde aquella perdida hoy en el tiempo noche o atardecer en que tus vagos ojos la descifraron para siempre en un jardín o un patio que son polvo. ¿Para siempre? Yo sé que alguien, un día, podrá decirte verdaderamente: ...
Arte poética de Roque Dalton
La angustia existe. El hombre usa sus antiguos desastres como un espejo. Una hora apenas después del crepúsculo ese hombre recoge los hirientes residuos de su día acongojadamente los pone cerca del corazón y se hunde con un sudor de tísico aún no resignado en sus profundas ...
Noticias de Claudia Herodier
La antena de televisión se confundía con la pantalla de 36 mm de la casa del vecino. Al otro lado, un transistor daba las noticias del minuto: Tres caracolas fueron encontradas en las pirámides de Geoz. Hace apenas dos horas se acaba de dar por finalizado el acto de inauguración ...
El fulgor (XXXV) de José Ángel Valente
La aparición del pájaro que vuela y vuelve y que se posa sobre tu pecho y te reduce a grano, a grumo, a gota cereal, el pájaro que vuela dentro de ti, mientras te vas haciendo de sola transparencia, de sola luz, de tu sola materia, cuerpo bebido por el pájaro.
La araña cuelga demasiado lejos de la tierra de Antonio Cisneros
La araña cuelga demasiado lejos de la tierra, tiene ocho patas peludas y rápidas como las mías y tiene mal humor y puede ser grosera como yo y tiene un sexo y una hembra -o macho, es difícil saberlo en las arañas- y dos o tres amigos, desde hace algunos años almuerza ...
Tegernaria doméstica (Araña Común)- Lección primera de Dulce María Loynaz
La Araña gris de tiempo y de distancia tiende su red al mar quieto del aire, pescadora de moscas y tristezas cotidianas... Sabe que el amor tiene un solo precio que se paga pronto o tarde: la Muerte. Y Amor y Muerte con sus hilos ata...
La arboleda luctuosa giraba como el mar... de Marosa di Giorgio
La arboleda luctuosa giraba como el mar. Cayó lluvia. Sobre la calle quedaron unas piedras, chicas, y otras más grandes; eran muchísimas; parecían pedazos de estrellas. Brillaban con furia, con desesperación. Creía que se iban a ir como liebres; y no se iban. Entré corriendo; pero, ...
Regreso del agua de Cé Mendizábal
La arena del tiempo en el cúmulo de los días. Las sombras que se hacen largas en los rostros. Una bandada de verbos y sus crías se desliza en la helada superficie del cielo. La conversación es un río de palabras que revierten la historia mientras el agua regresa y Heráclito se asombra. ...
La isla de la cintura de Pedro Enríquez
La armonía del círculo nos enlaza perfección de lo desconocido surco de un espacio donde los labiossiempre inventan amapolas Avanzas y es el mundo el que retrocede a su origen huyes y arrasas este dominio de palabras Amor si eres poema no quiero nombrarte sentir la lepra ...
Fábula de un arquitecto de Joao Cabral de Melo Neto
La arquitectura como construir puertas, de abrir; o como construir lo abierto; construir, no como hilar y prender, ni construir como cerrar secretos; construir puertas abiertas, en puertas; casas exclusivamente puerta y techo. El arquitecto: el que abre para el hombre (todo se sanearía ...
Canto a los muros de piedra de Guillermo Quiñonez Alvear
La arquitectura salta toda al fondo de los ojos. Así, la muerte, su caballo y su espada. O un avión ubicado al irse el sol. Ayuntando piedra con piedra acontece en un juego de exacta llama sin tinieblas. Alianza y pacto de ciudades distantes, de hombres que adoran dioses obscenos y crueles ...
Viendo llover de Eyra Harbar
La atormentada necesidad del agua va raptando el último agujero de sol, y de pronto las ánimas que trae el viento me despiertan las ganas de estar acompañada. (Selección: Juan Daniel Perrotta)
La aurora de Federico García Lorca
La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean en las aguas podridas. La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada. La aurora llega y nadie la recibe ...
La aurora de Federico García Lorca
La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas. La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada. La aurora llega y nadie la recibe . ...
La aurora va resbalando... de Rafael Alberti
La aurora va resbalando entre espárragos trigueros. Se le ha clavado una espina en la yemita del dedo. ¡Lávalo en el río, aurora, y sécalo luego al viento! De: Marinero en tierra
La bala de Salomón de la Selva
La bala que me hiera será bala con alma. El alma de esa bala será como sería la canción de una rosa si las flores cantaran o el olor de un topacio si las piedras olieran, o la piel de una música si nos fuese posible tocar a las canciones desnudas con las manos. Si me hiere el cerebro me dirá: ...
La banda gigante de Fina García Marruz
La banda gigante, como los alones de su sombrero provocador al frente, quiere romper, inaugurar lo enorme. (Lo enorme, cariñosamente, brilla). ¡La banda gigante, como las ligas gigantes, el teipe en la pelota, el batazo en lo azul un descampado de Domingo! ¡La banda gigante, ...
Métrica de la sumisión (A la sombra de la barba del patriarca) de Elena Soto García
La barba del patriarca se extiende hasta donde llegan tus cabellos, no la ves, porque es invisible a los ojos de las hembras, ni las perras, ni las zorras ni tú mujer la veis. La barba de patriarca da más sombra a tu sombra, pero no te cobija en los días ardientes del verano, y en la estación ...
Amatorio de Mario Noel Rodríguez
La barbera cocina bellísimo, prepara unos aviones sin destino, sabe que el piloto desprovisto de razón sueña con sus universales guisos. Ella, madrugadora cascada tropical, busca sitio para acomodar su cabeza en el pecho giratorio del planeta de corazón perdido en la montaña. ...
Celebración de la memoria (X) de Jorge Ruiz Dueñas
La barca abandonada es mesa La costilla de ballena remo Navegamos sobre la ilusión Cruza un cormorán el cielo El bogavante ordena¡mar adentro! Entonces nos sorprenden inauditas sensaciones No soñamos
El viajero de Gastón Baquero
La barcarola de Los Cuentos de Hoffmann: sólo esta melodía quedó en la memoria del viajero cuando echó a andar sin más finalidad que sacudirse el tedio de estar vivo. Luego de recorrido paso a paso el gran bosque de ciervos que va de Alaska a Punta del Este, con su bastón de fibra ...
La belleza... de Ricardo Yáñez
La belleza caída de las hojas comidas de gusanos. (Del libro de reciente aparición Estrella oída, coeditado por El Aduanero y la UAM Azcapotzalco.)
la belleza de mi mujer... de Julio E. Miranda
la belleza de mi mujer no resiste al tiempo la belleza de mi mujer está hecha de tiempo la belleza de mi mujer cuece en el horno del tiempo y cruje entre mis brazos
De los milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo
La benedicta Virgen es estrella clamada, estrella de los mares, guïona deseada, es de los marineros en las cuitas guardada, ca quando éssa veden es la nave guiada. Es clamada, y éslo de los cielos, reína, tiemplo de jesu Christo, estrella matutina, sennora natural, pïadosa vezina, ...
La Bluebonnet de Efraín Huerta
La Bluebonnet me preguntó: ¿Y Andrea? Yo me quedé mirándola con amarga mirada. ¿Andrea? Oh flor, oh dulce flor de cielo y humedecida tierra, ¿por qué con tu pregunta, vino al mundo esta lágrima de perfecta nostalgia?
Agua de Pariciones de Delia Domínguez
La bolsa de agua reventada para siempre empapó a Adán y Eva o sea a la autobiografía del hombre. La bolsa de agua de la Santísima Virgen chorreando desde la punta de los volcanes bajó a empozarse para que nacieran las hijitas del paraíso las hijitas como yo, como tú, ...
La brisa de Coral Bracho
La brisa toca con sus yemas el suave envés de las hojas. Brillan y giran levemente. Las sobresalta y alza con un suspiro, con otro. Las pone alerta. Como los dedos sensitivos de un ciego hurgan entre el viento las hojas; buscan y descifran sus bordes, sus relieves de oleaje, su espesor. ...
Historias de Juan Gelman
La brisa, la palabra, el árbol, solos en el bolsillo del niño que no vendrá, bordan con hilo sutil. La yerba húmeda esconde a la noche, nadie encontrará su país. Esta historia no aspira a cruzar puentes. Espera noticias del mes acá todavía. ...
Desolación de Gabriela Mistral
La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde me ha arrojado la mar en su ola de salmuera. La tierra a la que vine no tiene primavera: tiene su noche larga que cual madre me esconde. El viento hace a mi casa su ronda de sollozos y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito. ...
El tocar de Orfila Bardesio
La Cabellera quema el filo entre la piel y el cielo con sus llamas: las encinas no alumbran su follaje en las florestas lejanas, los leopardos no encantan entre verdes cortinas, las piedras no recuerdan historias en milenarias intimidades, el sol no estalla espigas en una tierra azul. ...
Canto propiciatorio de David Escobar Galindo
La cabeza descalza del olvido por el viejo arenal de cierta llama, qué música de dioses raya mi pensamiento -como al de todos los humanos-, me contagia de sales quietas, irrepetibles; y en algún punto de la noche se unen el cazador y su destino. 21-III-75
La cabra de Oscar Castro
La cabra suelta en el huerto andaba comiendo albahaca. Toronjil comió después y después tallos de malva. Era blanca como un queso, como la luna era blanca. Cansada de comer hierbas, se puso a comer retamas. Nadie la vio sino Dios. Mi corazón la miraba. ...
Nana de la cabra de Rafael Alberti
La cabra te va a traer un cabritillo de nieve para que juegues con él. Si te chupas el dedito, no te traerá la cabra su cabritillo. De: Marinero en tierra
Escena prima de Rodolfo Hinostroza
La cadenza en el fondo del jardíncaballeros laberínticos la mano que deja caer la mierda se llena de rocío has escuchado este mismo canto en tu infancia llamados en los largos corredores I love you I hate you la avidez de la boca me ahoga Quiero Quiero ...
Variaciones del árbol de José Lezama Lima
La caída del árbol le distingue. Lento, si asciende, su atracción no crece. Sólo el árbol, quedando empieza a destruir su espacio; quemándose,retorna. Ya en los ojos la imagen bien hilada, las ramas vacilan en su incendio. Y los ojos, las piedras, sus hojas abren al nuevo siglo, que en mi sangre cruje. ...
Yo de Jorge Luis Borges
La calavera, el corazón secreto, los caminos de sangre que no veo, los túneles del sueño, ese Proteo, las vísceras, la nuca, el esqueleto. Soy esas cosas. Increíblemente soy también la memoria de una espada y la de un solitario poniente que se dispersa en oro, en sombra, en nada. ...
Serenata de José Asunción Silva
La calle está desierta; la noche fría; velada por las nubes pasa la luna; arriba está cerrada la celosía y las notas vibrantes, una por una, suenan cuando los dedos fuertes y ágiles, mientras la voz que canta, ternuras narra, hacen que vibren las cuerdas frágiles de la guitarra. ...
Cruz de Rolando Faget
la calle vieja la cubierta plaza humanos vegetales cruz y ventanas De: Nota general de plantas Selección: Héctor Rosales
Poesía de Fernando Paz Castillo
La calma, lejana, íntima que tiene el ímpetu audaz del monte altivo. El resplandor dormido, más rojo que el rojo y menos rojo que el rojo, sobre la inquieta llama o en la llama agonizante. El punto Indefinido De donde regresa la mirada insegura, de conquistar la nada de su origen. ...
La camioneta se deslizó como un jabón en la bañera ... de Roxana Crisólogo Correa
La camioneta se deslizó como un jabón en la bañera la muerte disfrazada de poste que en un toldo la fábrica posesiona en el cielo Ahí quedaron los tubos chamuscados que forman un cordel momentáneo de gente la hipnosis conjuntiva que me obliga a marchar mientras el aire de todos tararea ...
Canción de Gladys Carmagnola
La canción tiene cuchillos que hieren, hoy más que antes -mil puñales asesinos a los que no acusa nadie- cuchillos que desde el viento con el filo de la tarde apuñalan la palabra y entre estertores y sangre dejan una que otra lágrima (¡Eso no me lo arrebaten!) cuchillos que se refugian cobardes, ...
Campos de Diana de Luis Alvarenga
La caravana de los días pasa con sus falsas ocupaciones. Busco otra manera de preguntar por esa facilidad, de decir sencillamente la grandeza del ínfimo equipaje del hombre. Y no hallo más cosa que contar esta historia de una semilla ciega que no subió al carro de Diana. ...
Cuestión de corazón de Roque Dalton
La cárcel hace todo lo posible por doler: es la húmeda tumba de los días más solos; el odio a cuatro muros sin hiedra en que se prenda la sonrisa, es la cruel, muerta mano que introduce sus múltiples dedos azules por los poros para llevarnos sufría suciedad hasta donde estaría el alma; ...