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25 poemas aleatorios | |
Éstas son las rodillas de la noche. Aún no sabemos de sus ojos. La frente, el alba, el pelo rubio, vendrán más tarde. Su cuerpo recorrido lentamente por las vidas sin sueño en las naranjas de la tarde, hunde los vagos pies, mientras las manos amanecen tempranas en el aire. ... | |
Cuando el camino alargaba hasta dónde su aventura, y la nostalgia inventaba una forma más del desasosiego, sólo un deseo repetían los ojos del visitante: alumbrarme en tu cuerpo como si alguna vez hubiera en él resucitado . | |
Sabrán que esta moza al fin, no es porteña, es arroyera, pitadora y guitarrera y cantora del tin tin. Que vino de la otra banda junto con los invasores, y que sabe hacer primores por todas partes donde anda. Y que hace mucho papel como güena federala pues se refriega ... | |
Un camarero sin labios -que ya desde el principio, al abrir la puerta, nos encerró en sus ojos de castillo habitado por ratas-, acaba de servirnos una bandeja llena de amorosas lenguas... | |
No sé por qué camino pero he llegado aquí Hasta este raro sitio sin casas ni paisaje Este lugar desnudo de las piedras al alma donde el mundo germina Quizás también tú llegas siguiendo ese camino En esta vida harta de aciertos y certezas sólo el error nos une La poesía es el reino de los equivocados ... | |
Qué importa que tu puñal Se me clave en el riñón? ¡Tengo mis versos, que son Más fuertes que tu puñal! ¿Qué importa que este dolor Seque el mar y nuble el cielo? El verso, dulce consuelo, Nace al lado... | |
Te amé desde el principio de tus días cuando te cobijé en mi vientre en ese fluído mágico latiendo mis latidos sudando mis sudores esperando tu tiempo No existía tu sombra Eras una metáfora animada germinando materia de esperanza (Cuando naciste supe lo que era ser feliz ... | |
A las cinco de la tarde cuando la señora Úrsula me sirve la merienda. Cuando me desnudo y me jabono el cuerpo y rasuro la sombra de mi barba. Cuando me acuesto solo en mi cama. Al desabrocharme la camisa. Cuando enciendo el cigarrillo y coloco la pantalla de la lámpara... | |
La tarde está sentada en una silla cosiendo la mortaja de su entierro y el gato de la noche va enjaezando su red por la montura de las tejas. Nada es igual cuando el silencio aguarda como el cadáver roto de un geranio la injuria del gusano y de la ameba, cuando... | |
De noche alguien evoca la esperanza. Ella nos habla de las cicatrices que va cubriendo el tiempo. Y tú, dentro del aire, allá muy... | |
Yo tuve un hermano no nos vimos nunca pero no importaba. Yo tuve un hermano que iba por los montes mientras yo dormía. Lo quise a mi modo le tomé su voz libre como el agua. Camine de a ratos cerca de su sombra no nos vimos nunca pero no importaba. ... | |
Ah, si yo siquiera te encontrara un día plácidamente al borde de mi muerte, soliviantando con tu amor mi oído por donde corra el agua y no retoñe... Si yo siquiera te encontrara un día al borde de esta falda tan cerca de morir, y tan celeste que me queda de pronto con la tarde. Ah, Camarada, ... | |
Cuando niña bailaba solitaria como Isadora Duncan con los pies descalzos en imaginarias libres tonadas clásicas de danza personal en pasos cortos y rápidos saltando en círculos con su falda de moaré al aire celebrada ¡ alegrísimo ! en el patio de su casa con el aplauso de helechos rosas y... | |
Qué aleluya volver de la ceniza, reconstruirse y nacer de nueva cuenta, volver los dos con unidad violenta y retomar la vida con más prisa. Ver nuestra primavera que improvisa con flores y con tallos su herramienta y sentir que la savia nos fermenta y que ya somos miel, calor, sonrisa. ... | |
Me embriago de aromas. Qué delicia, campo recién llovido castellano. Qué embriaguez, tocar, tocar...: mi mano febrilmente las cosas acaricia. No se sacia la vista que se envicia en color, embriagada, oh mi verano. Embriaguez de oír: ruiseñor, piano, mar, selva, viento, ... | |
X No confundamos, esta es tu piel y esta es la mía. Esta, es la del otro. Selección: Melquíades Prieto | |
En la sala tranquila cuyo reloj austero derrama un tiempo ya sin aventuras ni asombro sobre la decente blancura que amortaja la pasión roja de la caoba, alguien, como reproche cariñoso, pronunció el nombre familiar y temido. La imagen del tirano abarrotó el instante, no clara como un mármol ... | |
36 Azul marino de sempiternas bolsas. Pura basura. 37 Y de violeta manganeso rebosa la buganvilla. 38 Como en rapto, un violeta azulado traspasándome. 39 Llena de azul Delft está la vajilla. ¿Gustas un sorbo? 40 Sagas y grimas oculta la floresta índigo oscuro. ... | |
He muerto. Mira mis manos malva caer en el silencio, y mi sombra sin carne. Mi nombre, desasido de mí, apenas levemente se posa en vuestros labios. No poseéis ya nombre, leves frutos humanos: solamente la piel teñida por el sol, el vello fino y blando, el jugo que embriaga los muslos ... | |
en la cárcel de la memoria... | |
En la noche busco refugio en tus ojos. No recuerdo si pasan las horas. Es siempre difícil encontrarte, porque ya no estás allí donde la noche anterior. ¿Por qué han huido los abrigos? Tus ojos me protegen del mundo, incluso cuando me ves como una muerta silenciosa. Todos los riscos... | |
de todas formas huimos innombrables ventanas escondidas en el vientre del deseo recovecos oscuros en ciudades de otro tiempo y en el cuarto que olvidamos para siempre la sangre de esos muertos que ahora vienen y nos miran y se espantan De: Ventanas de otros días | |
Iba y venía, delicado y fatal, cargado de infinita energía, del otro lado de los firmes barrotes y todos lo mirábamos. Era el tigre de esa mañana, en Palermo, y el tigre del Oriente y el tigre de Blake y de Hugo y Shere Khan, y los tigres que fueron y que serán y asimismo ... | |
Octubre. Otoño las hojas se vuelven rojas, el color del otoño se acentúa en ellas. En la mesa del balcón viendo el nuevo octubre y saboreando el humeante café , oloroso café, el café. La conversación alrededor del café fluye intima. El amor de Octubre huele y sabe a café, dulce y tranquilo. ... | |
Alguien que se dolió muchísimo de haber conocido la excitación de la impaciencia consigo mismo, que se arrojó una piedra desalentado por la sombra del cuerpo y su dependencia, que en la enfermedad incurable y la derrota pasó por alto, ignorándolo, el acoso del destino... | |
