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listado de poemas en audio por primeros versos letra y

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479 poemas con la letra "y"

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La primera palabra de Luz Méndez De La Vega
Y el llanto fue nuestra primera palabra. El primer grito de llamado al ausente y cálido refugio conocido. La terrible expresión de la primera soledad del cuerpo, expatriado de su mundo visceral y palpitante. Y el frío fue nuestro primer encuentro. El frío, el dolor y la sangre. Nacimos entre sangre ...
En el campo de los Arocena de Daniel García Helder
Y a la vuelta del granero, tres ratas de oscuro y húmedo pelambre, rudas, ojos de confite, que salen despedidas por la boca de un desagüe, una atrás de otra, como por un recto. Hace apenas un instante, sus patitas apuradas en la cañería rat ra rat, rat rat. ...
País o fiera que me matas de Julia Otxoa
Y ahora escúchame cómo derramo hasta tres veces el vino sacerdotal, cómo profano el infalible lenguaje de los héroes y asciendo hasta tu templo con un tigre de la mano. Tú, que tantas veces me has herido, escúchame ahora, porque contra ti voy, fiera que me matas. ...
Segador esforzado de León Felipe
Y ahora pregunto aquí: ¿quién es el último que habla, el sepulturero o el Poeta? ¿He aprendido a decir: Belleza, Luz, Amor y Dios para que me tapen la boca cuando muera, con una paletada de tierra? No. He venido y estoy aquí, me iré y volveré mil veces en el Viento ...
Cita de Alvaro Mutis
Y ahora que sé que nunca visitaré Estambul, me entero que me esperan en la calle de Shidah Kardessi, en el cuarto que está encima de la tienda del oculista. Un golpe de aguas contra las piedras de la fortaleza, me llamará cada día y cada noche hasta cuando todo haya terminado. ...
Después de Cristina Peri Rossi
Y ahora se inicia la pequeña vida del sobreviviente de la catástrofe del amor: hola, perros pequeños, hola, vagabundos, hola, autobuses y transeúntes Soy una niña de pecho acabo de nacer del terrible parto del amor Ya no amo Ahora puedo ejercer en el mundo inscribirme en él soy ...
Cáliz de Juana Castro
Y ahora soy tan igual a ti, madre, que no me reconozco en el cristal de este retrato tuyo tan presente. Sí supieras que todo lo que de ti he odiado y maldecía ahora en mí lo descubro tan exacto y reciente como el cerco de una piedra en el agua, repetida. Vengo a verte de nuevo. ...
Otoi que j′eusse aimée... de José Emilio Pacheco
Y ahora una digresión Consideremos esa variante del amor que nunca puede llamarse amor Son aislados instantes sin futuro En la ciudad donde estaré tres días nos encontramos Hablamos cien palabras Pero un brillo en los ojos un silencio o el roce de las manos que se despiden prende ...
Puede venir de Vicente Huidobro
Y ahora vamos al minuto unánime Tras la gran cortina sacada de las olas Para las formaciones del corazón y su progreso Algo del cielo y sus interiores Algo de la partida hacia el lado opuesto El doble tráfico en púrpura o sudario Despojado el aire de su océano Parecía saber lo que venía ...
Poemas (II) de Ana María Navales
Y ahora, abundante de ensueños y de grises, con esa eterna impotencia que no limpia el lenguaje, el miedo que se hace palabra para no ser miedo, todo lo que enciende luces y no se nombra por si muere, el resquicio de libertad que terco asoma; brazo roto, abril marchito, luna falsa, ...
Y ahora de Pedro Salinas
Y ahora, aquí está frente a mí. Tantas luchas que ha costado, tantos afanes en vela, tantos bordes de fracaso junto a este esplendor sereno ya son nada, se olvidaron. Él queda, y en él, el mundo, la rosa, la piedra, el pájaro, aquéllos, los del principio, de este final asombrados. ...
Por fin! de Mía Gallegos
Y al final, después de dormir durante tanto años, desperté. Comprendí que ya no tenía corazón de quinceañera y que iba a estra condenada a la lucidez para siempre. ¡Qué tedio! Desperté, y como el mundo no era como yo me lo había imaginado, me suicidé con una pistola de agua. ...
El niño inmóvil (Campesina) de Cintio Vitier
Y así calladamente contra el humo del arroz en el cuarto que el sinsonte tornasola, miré tus grandes manos, campesina férrea de piel, forrada súbita de chispa honda como la flor de oro; y tú secabas unas oscuras decepciones imprevistas con tu perenne delantal, volando; ...
Frivolidad de Clara Lair
Y así dije al amado quotMarcharemos unidos. Será tu nombre el eco de todos los sonidos. Me trazará el camino la huella de tus pasos. Me abrirá el horizonte la curva de tus brazos. Le gritaré a la vida: ¡rompe, destroza, daña! Yo tengo mi refugio: ¡su pecho es la montaña! Le gritaré a la vida: ...
Salvación de la palabra (5) de Carlos Bousoño
Y así fue la palabra entre los hombres silenciosa, en el ruido miserable y la pena, arca donde está el viento detenido y suelto, acorde suspendido y desatado, leve son que se escucha como más que silencio, en el reposo de la luz, de la sombra. Así fue la palabra, así fue y así sea ...
Salvación de la palabra (2) de Carlos Bousoño
Y así fue la palabra ligero soplo de aire detenido en el viento, en el espanto, entre la movediza realidad y el río de las sombras. Ahí está detenida la palabra vivaz, salvado este momento único entre las dos historias. ... De pronto el caminar fue duradero y el hombre inmortal fue, ...
Fiesta de Elvio Romero
Y así te pasarías la vida, tibia carne adorada. Danzando, empapada de lluvias, los cabellos pegados a la piel, joya desengarzada, aroma y rosa sobre un campo de hortensias y jazmines. Cantando, arrebatada, risa y ofrenda clara, elástica y hermosa, los labios frescos en la noche, ...
Lo mismo de Héctor Rosales
y atenazado a los rituales cuando el pregón de la existencia se instala en la cúpula del proceder repetido sin análisis volveré a decir buenos días cómo está Ud. y me responderán más o menos lo mismo de las opciones exteriores que rondarán mi navío epidérmico...
Rodeándote/rodeará de Marita Troiano
y aunque ruedes con asiática lujuria invariablemente fálica y hagas mayor la tersura del pétalo escondido más persas las turquesas de mi cuello y sin humano entender mayor la audacia de tus besos Soy yo quien te domina Quien te posee con altivez magnética Quien te asalta ...
La Plaza Mercurio (II) de Luis Eduardo Rendón
y avanzo Gratis por avenidas de cupones promocionales ofertas nunca antes vistas se levantan ante mí como flores carnívoras electrodomésticos en detenida procesión pretender ser ahora mis parientes más cercanos animales de electricidad suenan sueñan resuenan desovan en las calles ...
Un barco con nombre de isla de Agustín de Foxá
Y cambiastes la rosa por las algas amargas, la muchacha terrestre, por la fría sirena y has cruzado, volando, el jardín de los buzos. Donde el pez, de ojo inmóvil ve brotar la tormenta. ¿Dónde vas por la noche peligrosa del fondo, tripulante de un barco sumergido y sin fuerzas? ...
El guardián del hielo de José Watanabe
Y coincidimos en el terral el heladero con su carretilla averiada y yo que corría tras los pájaros huidos del fuego de la zafra. También coincidió el sol. En esa situación cómo negarse a un favor llano: el heladero me pidió cuidar su efímero hielo. Oh cuidar lo fugaz bajo el sol... El hielo empezó ...
Poema del desencanto de José Angel Buesa
Y comenzamos juntos un viaje hacia la aurora como dos fugitivos de la misma condena. Lo que ignoraba entonces no he de callarlo ahora: No valías la pena. Ya llegaba el otoño, y ardía el mediodía. Sentí sed. Vi tu copa. Pensé que estaba llena, pero acerqué mis labios y la encontré vacía. ...
Y cuando algunos barcos... de José Antonio Cedrón
Y cuando algunos barcos se perdieron en tierra para siempre (la colección de El Tony, el miedo a las gitanas...) los alcancé de nuevo con el perfil del ojo. Los rumores sitiaron otra esquina y desearon el vidrio empañado y nocturno de la viuda. A un paso de las sillas y barajas ...
Ruptura y el peso de la hora de Christian Formoso Bavich
Y cuando la hora repentina de la costumbre y la desdicha rompe como ola o muerto la paz de la tarde, y separa la vida en antes y después de esta hora, como sepulcro o testigo, como arañando la espalda o la tierra, quisiera diluirme en el suelo, en la sombra, en el río de las latitudes plenas ...
Relámpagos de asombro (Selección) de Eugenia Domínguez
Y cuando llegue el día, ¿qué salvaré de mi cajón de tiempo? ¿Cuántos momentos podré llamar, sin duda ni vergüenza, Vida? * Se desnudó mi árbol. Ya no he de ver sus hojas flotando leves. * ¿Y el corazón? Suspendido en las ramas frágiles del deseo. ...
La Zarza de Moisés (Acrópolis) de Pedro Jesús de la Peña
Y de noche seguir con el puñal cerrado entre los dedos. Hundirme por el bosque, sintiendo en las espaldas ojos de aves nocturnas. Tener el arma fija, escuchando el resuello de las fieras. ¿No es acaso la vida esa emoción que estas estatuas muertas nos han arrebatado? ...
Canto villano de Blanca Varela
y de pronto la vida en mi plato de pobre un magro trozo de celeste cerdo aquí en mi plato observarme observarte o matar una mosca sin malicia aniquilar la luz o hacerla hacerla como quien abre los ojos y elige un cielo rebosante en el plato vacío rubens más cebollas más lágrimas ...
Inaugural de Roberto Monzón
Y desde el pozo feroz, carisangriento de mi pecho a horcajadas doblado en la esquina de mi centro ecuatorial cintura de mi medio el grito inaugural toca a rebato de combatientes asperezas, carraspeo con el tumbo del humo amontonado en mis paredes sórdidas, ...
Serenidad de Gabriela Mistral
Y después de tener perdida lo mismo que un pomar la vida, -hecho ceniza, sin cuajar-, me han dado esta montaña mágica, y un río y unas tardes trágicas como Cristo, con que sangrar. Los niños cubren mis rodillas; mirándoles a las mejillas; ahora no rompo a sollozar, ...
Los hombres del alba de Efraín Huerta
Y después, aquí, en el oscuro seno del río más oscuro, en lo más hondo y verde de la vieja ciudad, estos hombres tatuados: ojos como diamantes, bruscas bocas de odio más insomnio, algunas rosas o azucenas en las manos y una desesperante ráfaga de sudor. Son los que tienen ...
Nocturno (Momento IV) de Ana Rossetti
Y después, las arrugadas sábanas por entre las baldosas serpentean; los cajones volcados, vacíos los estantes y roto el estilete tras obstinado estupro. Mas si él tuvo la fruta del verano y la ilusión de amor casi duró una hora, ...
Y Dios me hizo mujer de Gioconda Belli
Y Dios me hizo mujer, de pelo largo, ojos, nariz y boca de mujer. Con curvas y pliegues y suaves hondonadas y me cavó por dentro, me hizo un taller de seres humanos. Tejió delicadamente mis nervios y balanceó con cuidado el número de mis hormonas. Compuso mi sangre y me inyectó ...
En las tiendas griegas de César Vallejo
Y el Alma se asustó a las cinco de aquella tarde azul desteñida. El labio entre los linos la imploró con pucheros de novio para su prometida. El pensamiento, el gran General se ciñó de una lanza deicida. El Corazón danzaba, más, luego sollozó: ¿la bayadera esclava estaba herida? ...
Canto de Orfeo de Oscar Portela
Y el canto, el canto, oh Dioses, que religaba al hombre con la tierra: la dulce y beatífica que penetrará en tus huesos y abrirá tu esqueleto a la luz de los cielos, al viento de las sierras, al mar, al mar, sus infinitas olas y todas las estrellas que marca EL destino de dioses y mortales, ...
El ciprés y la palmera de Juan Vicente Piqueras
Y el delicado abrazo de la hiedra cuyo deseo ha declarado suyo al tronco que le sirve para sus arabescos y ascensiones, para su exhibición de aciaga gracia, acaba ahogando al árbol elegido, sorbiéndole la savia. Es modelo de unión y de firmeza esa fidelidad con que lo asfixia, ...
El ángel ángel de Rafael Alberti
Y el mar fue y le dio un nombre, y un apellido el viento y las nubes un cuerpo y un alma el fuego. La tierra, nada. Ese reino movible, colgado de las águilas, no la conoce. Nunca escribió su sombra la figura de un hombre.
Grande es el odio (2) de Eduardo Lizalde
Y el miedo es una cosa grande como el odio. El miedo hace existir a la tarántula, la vuelve cosa digna de respeto, la embellece en su desgracia, rasura sus horrores. Qué sería de la tarántula, pobre, flor zoológica y triste, si no pudiera ser ese tremendo surtidor de miedo, ...
Y el niño aquella noche... de Teresa Agustín
Y el niño aquella noche le pidió a la niña que le odiara; y ella, recogidas las manos en su cintura, lloró en grieta el largo camino de la palabra, fría de silencios y de tiempos, de quien antes le pidiese que le amara. Mujeres de carne y verso. Antología poética femenina en lengua española del siglo XX. ...
Y el reptil era mujer... de Lucero Alanís de Gurrola
Y el reptil era mujer contra la mujer vive en el espejo de mundos donde la que se ve es la misma que se niega su lengua enrosca masculinas formas en adormecida voluntad acecha tras el árbol a otras hembrashasta alejarlas de sus adanes devaluados De: Tarde en el tiempo ...
Stefania, 1943 de Ana Wajszczuk
Y en el Líbano era encierro hasta las cinco de la tarde: no podía salir a la calle sin que el sol la abrasara llegaban los extraños vientos y el vendaval de polvo levantando murallas en los ojos y en la comida y en la garganta el polvo del color de esa gente morena lastimaba su palidez imposible escapar ...
El muelle de Elías Letelier
Y en el universo, la curva del tiempo es mucho más grande que una manzana, se parece a una línea recta que el hombre no quiere entender. Allí, antes que existieran tus ojos, Dios, la Coca - Cola y el teléfono, el universo tenía sentido: era una lámpara, una manzana, una fábrica de ladrillos; ...
Ya sin palabra alguna de Jorge Galán
Y entonces henos aquí como dos mares que en la comisura de unos labios inertes han hecho una marea que no baja a pesar de esa luna que detiene tu mano como si de una gota de llanto se tratase, perdidos en el aroma de un cabello que asciende hasta otro aroma que es la piel misma húmeda, ...
Los nuevos pueblos de Raúl Zurita
Y era tu cara el borde de estos cielos, el manto mío de las estrellas. Al mirar hacia arriba no vi nada sino tu permanencia, las pinturas de tu rostro, la deriva de tus antepasados inundando las altas nubes. Esos son los ríos que se abren. En otro tiempo fuimos encontrados y ya vivimos ...
Lo que jamás diría Simbad de Ramón Fernández - Larrea
y eran tantas las rocas que luego de tocar este sol y otros desconocidos aprendí a ver pero perdí cada pupila y había tanto mar en mi pecho una ola era distinta a la altura entré decidido al oro de los peces buscando hablar con dios y casi lo logro en las tardes de paz cuando la espuma ...
Y es la muerte presidiendo mi duro gesto... de Isabel Roselló
Y es la muerte presidiendo mi duro gesto, mi tiempo disperso en el escombro de las horas, deshabitadas, las horas yacen muy pálidas, como manos desnudas de caricias, como grises tardes envenenadas de silencio. El tenso vacío me desvive con calma, se demora en mi cuerpo ...
El cantor ciego de Roberto Obregón
Y es que yo solamente soy una sombra que absorbe la humedad de la puerta. El tallo abriéndose en un pensamiento humedecido en las pisadas del tiempo. Distraído grabador de los frutos del árbol que extravió su trayectoria en el ámbar el encargado de la llave que al abrir tus puertas ...
Las tías de Néstor Perlongher
y esa mitología de tías solteronas que intercambian los peines grasien- tos del sobrino: en la guerra: en la frontera: tías que peinan: tías que sin objeto ni destino: babas como lame: laxas: se oxidan: y así flotan : flotan así, como esos peines que las tías de los muchachos en las guerras limpian: ...
Ser ante los ojos (A mediodía XII) de Gerardo Guinea Diez
Y esas osamentas, árbol de noche, traman entre los péndulos de la voz, la más antigua, la leyenda que testimonian las piedras ciegas, reyerta del aire. Y dicen, dicen, la azarosa epopeya de la espada que empuñan otras manos; y dicen sin decir, porque la voz se ha enmudecido: ...
Nocturno (Momento III) de Ana Rossetti
Y ese instante: la puerta traspasada que se cierra apresando, y el peligro contiguo y el abrazo inminente, pues la luz ha prendido por sorpresa la estancia y una ajena presencia, radiante entre las joyas, devuelven las vitrinas. Y quizás la belleza sea sólo ...