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listado de poemas en audio por primeros versos letra l

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1102 poemas con la letra "l"

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Latín y jazz de Gonzalo Rojas
Leo en un mismo aire a mi Catulo y oigo a Louis Armstrong, lo reoigo en la improvisación del cielo, vuelan los ángeles en el latín augusto de Roma con las trompetas libérrimas, lentísimas, en un acorde ya sin tiempo, en un zumbido de arterias y de pétalos para irme ...
Líbrese del plagio de Helio Gallardo
Leo en un periódico teológico y ultraconservador en tránsito hacia lo reaccionario que Ana Rosa Quintana a quien se describe como una popular periodista animadora de la televisión española fue descubierta plagiando obras tan famosas como Mujeres de ojos grandes y Álbum de familia ...
Horas nocturnas de Ketty Alejandrina Lis
Leo las noches en el limbo de las horas todas del árbol. Deslizo por el costado impreciso de los cálices. Lúcida nimiedad de las palabras.
Lectura crítica de Maricruz Patiño
Leo: Toda la vida por un minuto de gloria Me pregunto: ¿Valdrá la vida un minuto de gloria? o ¿No será la vida, la gloria sin minutos? o bien ¿Será el minuto la vida o la gloria? quizá ¿La gloria sea tan sólo un minuto de la vida? De: Del mundo y otros cielos. 2004
Poema que escribió a un poeta que no le agradaba de A Isa Ahmad ibn Muhammad ibn Qadim
Leona soy, pero no me agradaron jamás los cubiles de los otros; pero si hubiese de elegir alguno, no escucharía a un perro, cuando ha hecho oídos sordos a los leones Selección: María de Jesús Rubiera Mata.
Mujer de fuego de Santiago Azar
Les contaré que existe una mujer que me persigue en cientos de llamas. Me busca segundo por segundo debajo de su cama, en el jabón que corre por su cuerpo, detrás de cada puerta o encima de la luna. Morena, yo soy libre como una ola, tengo un corazón repartido entre muchas, ...
Letra de Manuel del Cabral
Letra: esqueleto de mi grito, pongo mi corazón sobre tu muerte, pongo mis más secretas cualidades de pétalo, pongo... la novia que he guardado entre el aire y mi cuerpo, mi enfermedad de ángel con cuchillo, mi caballero ausente cuando muerdo manzanas, y el niño que hay en mí, el niño que sale ...
Para que me defiendas de Elías Nandino
Levántame la vida, deja lamer tu piel navegar tu marca en estos cuantos días que todavía me restan. Permíteme, también, que como tú yo piense que la muerte no existe y el tiempo no camina. Mi ocaso se apenumbra y casi veo agolparse las sombras que deberán ...
El beso de Patricio de la Escosura
Levantan en medio del patio espacioso cadalso enlutado, que causa pavor; un Cristo, dos velas, un tajo asqueroso encima, y con ellos, el ejecutor. En torno al cadalso se ven los soldados, que fieros empuñan terrible arcabuz, a par del verdugo, mirando asombrados al bulto vestido del negro ...
Trayecto de Héctor Rosales
Levantaste la copa de vino. De tu sed vinieron uvas que bebieron de lluvias y noches engordando racimos color azabache; uvas que ahora son ríos que cantan su muerte presurosa en tus labios...
La muerte es una buena maestra de Oscar Hahn
Levántate y anda al hospital me dijo la voz Soy el fantasma anterior a tu nacimiento Aún no es tiempo para el otro fantasma Tu muerte te afectaría profundamente Jamás podrías recuperarte de tu muerte Me pusieron en una camilla y me metieron al quirófano Al otro lado se ve el infinito ...
Romance de Gerineldo de Romancero Español
Levantóse Gerineldo, que al rey dejara dormido, fuese para la infanta donde estaba en el castillo. Abráisme, dijo, señora, abráisme, cuerpo garrido. ¿Quién sois vos, el caballero, que llamáis a mi postigo? Gerineldo soy, señora, vuestro tan querido amigo. Tomárala por la mano, en un lecho la ha metido, ...
El sol de Vicente Aleixandre
Leve, ingrávida apenas, la sandalia. Pisadas sin carne. Diosa sola, demanda a un mundo planta para su cuerpo, arriba solar. No cabellera digáis; cabello ardiente. Decid sandalia, leve pisada; decid sólo, no tierra, grama dulce que cruje a ese destello, tan suave que la adora cuando la pisa. ...
Palabra de Cristina Peri Rossi
Leyendo el diccionario he encontrado una palabra nueva: con gusto, con sarcasmo la pronuncio; la palpo, la apalabro, la manto, la calco, la pulso, la digo, la encierro, la amo, la toco con la yema de los dedos, le tomo el peso, la mojo, la entibio entre las manos, la acaricio, ...
Oración de Cristina Peri Rossi
Líbranos, Señor, de encontrarnos, años después, con nuestros grandes amores.
Eros desatado de Norma García Mainieri
Libre de ataduras Eros invadió la tierra, húmedas cuevas desafiantes cuerpos erectos, crepitantes Eros desatado, libre y ubérrimo pueblas el mundo de deseo consumado.
Remordimiento por cualquier muerte de Jorge Luis Borges
Libre de la memoria y de la esperanza, ilimitado, abstracto, casi futuro, el muerto no es un muerto: es la muerte. Como el Dios de los místicos, de Quien deben negarse todos los predicados, el muerto ubicuamente ajeno no es sino la perdición y ausencia del mundo. Todo se lo robamos, ...
Gente del río de Rodolfo Alonso
Libres bajo el sol, los isleños maniobran dulcemente sobre el lomo del agua. Sus embarcaciones se nos adelantan con intolerable rapidez. Sus brazos crecen. Sus cuerpos cultivados por el tiempo conocen la alegría de estar en el mundo, la única seguridad. Nosotros podemos saludarlos ...
Cetrería de Ana Emilia Lahitte
Liebre, venado, faisán. No me atrae la caza ni me gusta alinear la carne roja en bandejas de plata. Pero el halcón acaba de traerme tus ojos. Amo la cetrería. Mañana ha de traerme tu mirada. (Fuente: Jorge Carrol)
El sueño de Adán de Alí Chumacero
Ligera fue tu voz, mas tu palabra dura con vuelo de paloma sin más peso que su inmóvil cruzar el mar del viento; y persistes como un sonido bajo el agua, desde mi piel al aire levantada, ligera como fuiste, como esa ala que olvidada del mundo se recrea, convertida en ausencia y en olvido. ...
Somos el tiempo que nos queda de José Manuel Caballero Bonald
Ligeramente tumefacta pero ofrecida con codicia, llegó la boca hasta el lindero de la precaria intimidad. Iban reptando las parejas que se apiñaban en lo oscuro: no se miraban, se sumían en un compendio de sudores, se convertían en secuaces de la penumbra suspensiva. ...
Ligero como el canto que no acaba... de José Carlos Cataño
Ligero como el canto que no acaba Se ondula tu recuerdo en el verbero. Regresa y es el mismo. Despierto y no es un sueño, A tu vuelta inocente encadenado. La voz no sabe lo que canta. Tallas mi vida y no lo advierto. Hablo, Y siempre ignoro de quién hablo. ...
la onda de aire cálido... de Esteban Moore
like a thunderbolt he falls * la onda de aire cálido/ que flota el cielo del pequeño valle/ sostiene al halcón en magnífico planeo de alas abiertas/ y de él -el ojo atento/ que mide la distancia que separa la presa elegida de sus garras/ ojo certero que dirige preciso/ los relámpagos del instinto * ...
Praga, mi novia de Efraín Huerta
Lily me espera a las 11 en el puente del rey Carlos, al pie de San Juan Nepomuceno, santo de piedra, santo de agua, mudo, ahogado. Lily cree en Dios y yo corro hacia ella y hacia el río y después los dos iremos hacia las colinas, hacia el Castillo, hacia la Catedral, y caminaremos ...
Acróstico inicial de Héctor Rosales
Límite impreso larva del símbolo ilimitado En ti el sonido del alma queda blindado Trinchera en el papel de la emoción escrita Recluta en tus hilos de tinta esta breve cita Antes que la olvide y antes que sea olvidado...
Limonero del patio de Hugo Lindo
Limonero del patio, yo recuerdo tu matinal constelación dorada, tus maduros planetas en el suelo cantanzo zumos de amarillas gracias; tu manera sutil de estar volando en la invernal atmósfera del agua, mientras en tu ramaje, las chiltotas eran mudos ovillos de fragancia. Recuerdo tu amorosa ...
Ars Poética de Pablo Mora
limpiar el poder cuando corrompa vigilar mientras todos duermen unir lo posible con lo imposible mantener abierta la palabra sacar la flor de las cenizas llevar el infinito a cuestas salirle al paso a la mirada alentar todas las formas alumbrar la maravilla encender relámpagos asombrar ...
Linda rubia de Luis Llorens Torres
Linda rubia: las otras lindas rubias saben que tú eres la más rubia entre ellas. ¿De qué áureos medievales, de qué onzas de virreinos en flor, de qué monedas, por el roce de siglos derretidas, se amontonan en tus bucles y tus trenzas la melcocha de oro en que embalsada salta en rizos de sol ...
Tragaluz inédito (4) de David Escobar Galindo
Líneas de ciudadanos desempleados contra el atardecer -como los árboles de Pablo Antonio-. Es nuestro muro de las lamentaciones, nuestro oleaje en el malecón, nuestro paisaje sin chimeneas, nuestro glorioso aporte al emergente Movimiento de los Sí Alineados. (De: El jardín ...
Sauce de César Vallejo
Lirismo de invierno, rumor de crespones, cuando ya se acerca la pronta partida; agoreras voces de tristes canciones que en la tarde rezan una despedida. Visión del entierro de mis ilusiones en la propia tumba de mortal herida. Caridad verónica de ignotas regiones, donde a precio de éter ...
Cartulina de Ljubljana de Luisa Futoransky
Ljubljana tiene un río. Más bien modesto si lo comparo con las desembocaduras del Yangtsé o el Río de la Plata pero para río que no es de desierto y se seca todo el año menos tres días en que arrasa todo porque la arena le resbala por el lomo, está normal. Es río para coronarlo de puentes ...
Postigo de Efraín Bartolomé
Llaman a la puerta Es de noche y están tumbando la puerta Todos duermen Duerme la oscuridad El viento inmenso inmensamente duerme su inmenso sueño Duerme la noche Duermen las estrellas Pero en mi casa llaman con una piedra enorme que golpea iracunda contra el portón...
Donde el tren se llama nieve de Carlos López Degregori
Llámenosla novia o nieve cuando falte al hotel: detengan en la cama las sábanas su curso, tiemble la lámpara, salte de rasguños la cortina. Que en la calle arda un perro. Que todas las esquinas y las luces escuálidas den a un taxi escarnecido Que el taxi viaje leguas, plazas, ...
Llamó a mi corazón, un claro día... de Antonio Machado
Llamó a mi corazón, un claro día, con un perfume de jazmín, el viento. A cambio de este aroma, todo el aroma de tus rosas quiero. No tengo rosas; flores en mi jardín no hay ya; todas han muerto. Me llevaré los llantos de las fuentes, las hojas amarillas y los mustios pétalos. Y el viento huyó... ...
Rin, rin, ¿quién es?, la muerte de Julia Escobar
Llamó la muerte a casa y no me puse. Ella dejó un mensaje: llámame en cuanto puedas que te busco. Dejé el buzón de voz desconectado para que no me importunaran sus mensajes. Es más, pedí a la compañía que me diera de baja, por si acaso.
Soneto del domingo de Eduardo Langagne
Llega el domingo con su magia absorta, me habían contado ya de su llegada, del fatídico tedio de la nada, del derroche del mundo que lo aborta. No hay voces que resuenen en la corta humedad que se expresa desolada, no hay palabra que venga estimulada por la sangre que ahoga ...
La llegada del invierno de Salomé Ureña de Henríquez
Llega en buen hora, más no presumas ser de estos valles regio señor que en el espacio mueren tus brumas cuando del seno de las espumas emerge el astro de esta región. En otros climas, a tus rigores pierden los campos gala y matiz, paran las aguas con sus rumores, no hay luz ni brisas, ...
Poema del fuego No. 4 de Ibn Sara As-Santarini
Llega hasta ti en su cálido brasero, radiante en medio de la oscuridad. Cuando su frente brilla en la negrura, las tinieblas se visten del delicado velo de la luz. ¡Oh qué hermosura! Sus costados lanzan chispas como confeti de oro, y son las brasas, en la túnica de la ceniza, ...
Símbolo de Angela Figuera Aymerich
Llega una mano de oro luciendo un diamante una mano de hierro gobernando unas riendas, una mano de niebla donde canta una alondra: yo las dejo pasar Llega una mano roja empuñando una espada, llega una mano pálida llevando una amatista, llega una mano blanca ...
Mañana de ámbar (2) de MANUEL ORESTES NIETO
Llegaba el verano y no íbamos al mar. En esta guarida de pobreza no habían aviones que abordar hacia otros países; el planeta se reducía a estas calles que conocíamos con los ojos vendados. Muchos de nuestros juguetes los hicimos con nuestras propias manos; corríamos por el barrio ...
Como una luz de Jaime Saenz
Llegada la hora en que el astro se apague, quedarán mis ojos en los aires que contigo fulguraban Silenciosamente y como una luz reposa en mi camino la transparencia del olvido. Tu aliento me devuelve a la espera y a la tristeza de la tierra, no te apartes del caer de la tarde -no me dejes ...
Dedo que no tapa el sol de Odette Alonso
Llegamos a la ciudad como a la casa la casa ajena en la que hemos crecido debajo de un mantel de poca lumbre. Aquí vendrán los hijos los hijos soldaditos y pelotas. Esta ciudad les dará el pan y la inocencia les dará la pupila y la mordaza los hará grandes y heroicos y eternos. Ésta será la casa ...
Hacia el final de Jorge Guillén
Llegamos al final, A la etapa final de una existencia. ¿Habrá un fin a mi amor, a mis afectos? Sólo concluirán Bajo el tajante golpe decisivo. ¿Habrá un fin al saber? Nunca, nunca. Se está siempre al principio De una curiosidad inextinguible Frente a infinita vida. ...
Telo de Ernesto Aguirre
Llegamos con la urgencia de lo impostergable. Para dos sábanas y una cama la eternidad nos alquiló sesenta minutos.
Las niñas de Felipe Benítez Reyes
Llegan con los tacones sucios del barro de los parques, con un perfume espeso de flores venenosas. Llegan con gafas negras, radiantes, despeinadas; la noche las recubre con un palio morado. Toman licores densos con aires de tragedia. Tienen nombres de diosa, de colonia ...
Llegan las mujeres de Jairo Guzmán
Llegan las mujeres a servir copas de lágrimas para que mi bestia de luz libe para que el humor haga estallar de risa el océano negro de sus angustias Sufren por los hombres-sus hijoses decirsus noviosque rompen cítaras en su amor- y flotan con la mujer que de mi sustraen ...
Las palabras de Antonio Porpetta
Llegan puras, calladas, como dulces insectos, invadiendo mi frente con su zumbido leve, portando entre sus alasesos frágiles fuegos que estallan en mi sangresus cascadas de vida. Me adivinan cansado de caminar el aire, de pulsar el espacioque me conduce a ellas, y entonan ...
Serrana de Francisco Bocanegra
Llegando a Pineda del monte cansado, serrana muy leda vi en un verde prado. Vila, acompañada de muchos garzones, en danza reglada d 8242;acordados sones. Cualquier que la viera, como yo, ¡cuitado!... en gran dicha hobiera el ser della amado. Sola hermosura tiene por arreo, ...
Llegarán los almendros... de Clara Janés
Llegarán los almendros en flor a tu ventana huídos de mi pensamiento, y el temblor del olivo que se estremece al paso de la noche. Pero yo, cada vez más perdida en tus palabras, no tendré fuerza para llegar hasta tu puerta, me quedaré vagando por las calles, desgranando temores ...
Quinientos años (500 años) de Pedro Valle
Llegaron del mar y se descubrieron (Fuente: Eleazar Rivera)