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POESÍA CONTEMPORÁNEA

La teoría de las generaciones se revela incompleta para explicar el fenómeno literario que tiene lugar en España a partir de los años cuarenta. Después de la guerra, coinciden, sin discrepancias apreciables, todos los poetas, sea cual sea el grupo cronológico al que pertenecen: jóvenes, maduros o viejos. La ordenación, pues, de los poetas antologados sigue un mero criterio cronológico; aquellos que nacieron como poetas en los años de la República y los que se incorporaron posteriormente.

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Por otro lado, hay que tener en cuenta que en estos años Juan Ramón Jiménez publica su obra cumbre, Dios deseante y deseado, y que los autores del 27, en plena madurez, escriben en este período gran parte de su obra, unos, fuera de España, y otros, desde ella, y ejercerán gran influencia, sobre todo en los primeros años, los que se quedaron en España: Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego.

Juan García Hortelano, en la Introducción a la Antología del Grupo poético de los años 50, realiza una afirmación que sería extensible a la llamada generación del 36 o del 60: " [...] La única identidad fiable entre los poetas reside en su coincidencia cronológica, y ello, con todas las reservas respecto a las consecuencias deducibles de semejante hecho (fortuito) sobre el hecho literario específico: la obra concreta de cada uno de los componentes del grupo. La calidad autónoma de cada una de las obras, su disparidad (hasta la oposición, si es el caso), el pluralismo funcionan, por tanto, como permanente correctivo de la pretensión agrupadora".

En los años cuarenta surge una serie de revistas de diferente signo estético. Escorial (1940), Garcilaso (1943), Adonais (1943), Proel (1944), Espadaña (1944) Postismo (1945), Cántico (1947), en las que publican en un momento u otro todos los poetas, sea cual sea su presupuesto estético. El intento de crear una estética nueva y nacional de Escorial, la actitud del "arte por el arte" de Garcilaso, la polémica entre tremendismo y rehumanización y garcisalistas y neoclásicos de Espadaña, la presencia del intimismo en Cántico o la inspiración en el subconsciente de Postismo son muestras evidentes de las diferencias y afinidades de unos y otros poetas.

Pero lo que va a marcar un hito decisivo en la poesía de posguerra va a ser la obra de Dámaso Alonso Hijos de la ira (1944). Dámaso explicó, años más tarde, las causas que originaron lo que se llamó poesía desarraigada: "Pasó España por un terrible desgarrón, los hombres fuimos conmovidos hasta la entraña de nuestra personalidad; y apenas las heridas españolas comenzaban a cicatrizar cuando el mundo entero se vio arrastrado a la estúpida guerra que tantas vidas humanas aniquiló. La poesía española ha ido reflejando con temperatura creciente, estos horrores y estas miserias de la vida contemporánea". A partir de ese momento, la función de la poesía radicará en recoger y comunicar los problemas del hombre: "yo deseo -afirmaba Dámaso- que la poesía tenga como tema fundamental el "hombre", el hombre en su totalidad, por tanto, con toda la consideración y extensión que el aspecto social requiera; pero no como fin exclusivo".

Esta tendencia de la poesía como compromiso con el hombre va a imperar durante muchos años, como reconoce Carlos Bousoño en su estudio sobre Teoría de la expresión poética: "Entre 1947 y 1962 (más o menos), lo que se llevaba y a lo que se asentía del todo en España literariamente era, sobre todo, la consideración del hombre como historia, tiempo y responsabilidad. Por tanto, a lo social, lo metafísico y moral; en tanto que lo puramente erótico o sensorial, que no se complicase por algún sitio con esas trascendencias, interesaba menos". Posición, pues, según Bousoño, inversa a la adoptada en el extenso período anterior. Los poetas coinciden en la expresión de un mundo vivido y sentido, cantan al hombre concreto, sumergido en el tiempo; de ahí la explicitación y la anécdota, el tono narrativo de muchos poemas, el lenguaje familiar y sencillo. El compromiso ético lleva a algunos poetas a una continua preocupación por lo social, a la consideración de la poesía como instrumento para cambiar el mundo, dedicada, por lo tanto, a una mayoría; poesía, en muchos casos, más impregnada de ideas que de emoción. Otros poetas, sin embargo, sin abandonar la contemplación del hombre en su entorno histórico, como Blas de Otero, José Hierro, Carlos Bousoño o Claudio Rodríguez, mantienen en sus poemas un tono lírico en el que no faltan los instantes irracionales e implícitos.

Conforme avanzan los años, en los setenta irán apareciendo en el panorama literario los poetas que nacieron después de la guerra, y se irán eliminando los presupuestos de la poesía de posguerra. Se recuperará la admiración por Aleixandre, Lorca, Guillén, e, incluso, por el Modernismo. La poesía retomará una finalidad fundamentalmente estética, y la vida será la principal fuente de inspiración. El refinamiento y la exquisitez, y un cierto decadentismo, caracterizarán la obra de algunos de los nuevos poetas, como Luis Antonio de Villena, que cierra esta antología.


De: FONOTECA LITERARIA. Antología poética. Por Pilar González de Mendoza. Alhambra Longman S. A., España. 1990.