Me gusta la escoba en la soledad de mis manos en su silencioso barrer de muerte en su ocultarse -cual niña solitaria- tras la puerta dormida. Sí. Me gusta la escoba en canto de limpieza por su pelo entretejido su cuerpo de espiga y porque, loca, va siempre patas arriba.
Como alguien desesperadamente solo sentado en el banco de una plaza. Como quien se ha detenido en su indivisible susto perseguido de ángeles y demonios. Así el poeta llora y habla con Dios como un maniático y le cuenta de la sangre y del alba. Habla con los sordos en su lenguaje mudo ...
Desde mi pequeña vida te canto hermano y lloro tu sangre por las calles derramada y lloro tu cuerpo y tu andar perdido. Ahora estoy aquí de nuevo contigo hermano. Tu sangre es mi sangre y tu grito se queda en mis pupilas en mi cantar mutilado.
A pedazos van cayendo los terrones angustiados del tiempo. Afuera: el niño. El pantalón roto y el verdor pestilente. Pájaros negros -despiadados- siguen su vuelo. Él está solo sin un ángel y sin un sueño. Impasible. Inmóvil. Sus ojos en la lejanía miden su hambre. A lo lejos: esplendor cohetes a la luna ...
Gracias, Amor, por esta dulce herida y la blandura de mi sufrimiento. Por la risa y el gozo y el lamento, en tanta plenitud desconocida. Bendito siempre, Amor, porque te siento crecer en la ternura compartida y por las aguas de tu mar sediento que arrasa las orillas de mi vida. ...
Has recorrido en madrugada insomne cada uno de tus infiernos. Callas. Vociferas y callas en tres tiempos que son uno en trinidad de absoluto silencio. Te desdices y te acabas lentamente y lentamente. Eres pasto de un Dios ciego que te roe en seco sabor de hueso.
Me lancé a tu nombre de hombre a los cuatro puntos cardinales de tu sombra a tu imagen que golpea día a día la luz inconmensurable de mi tiempo. Tristemente hermosa permanezco en tu puerto ardiente bajo tu cuerpo desierta sin orillas viva y persistente en mi sangre de ...
La ciudad estaba allí monstruosa y gigante, desnuda en su piedra fría. Toqué con mis lirios su insondable aliento. Nada. Nadie. Volaban las almas en su torbellino de dólares y el tiempo -centavo descalzo- se desgranaba en sangre suicida. Nueva York distante y dura. ...
Todo listo: el odio el rifle descarado y la risa del maldito. Todo dispuesto: Dios con su banderita de venganza y su trompeta fría de silencio. Cuerpos sangre gritos y luego la metralla, Eso es. Y sangre. Venid, ahora, vosotros a ser cómplices como el árbol y la flor mudos de espanto. Por un momento ...
Se quedó allí en el asfalto sobre un charco de sangre. Solitario en su grito. Sin un dios en la palma de la mano. Aún está allí yerto con su grito apagado y los ojos al cielo desmesurados dentro de mi alma.
Y luego no digáis que enmudecí de pavor que me oculté tras el cómplice velo miserable del silencio. No. No lo digáis. Que mi grito denuncia la cruel metralla la tibia sangre envilecida los destrozados cuerpos mancillados. Mi grito en la mirada en la palabra en el alma. Mi grito de espanto ...
Por hoy conviene perder la memoria entrar en el vasto campo de la nada lograr asir la palabra sin sentido. Conviene asimismo desnudarse del cristal que acompaña la cordura entrar en nuevo mapa instrumento puntual de agonía. Y volverse mitología y averno terco perfil de insomnio remoto metal ...
Al acecho de los minutos cae tu pedazo de tiempo. Insomnio destierro obligado con discordias y lejanos fragores de iracundia. Las dudas desgranan tu desvarío tu tierra dispersa tus partículas carcomidas. Atrás las rutinarias incurias en ámbitos desiertos destilando inmisericordes ...
Te he buscado en la entraña de tu nombre Guatemala. He buscado tu génesis y tus dioses de maíz y de vegetales alientos. Te he buscado en tu distancia y en mi ausencia en tu súbito llanto y en tu sangre derramada. Te he buscado en tu dolor moreno y en tu recia mirada de obsidiana. ...
Tu casa este papel que habitas con letras. Ahí tus huellas tus palabras tus silencios tu lívido aliento tus pausas de río y viento tus alegatos precisos en fin despliegues de tu vida obstinados sueños.
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