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Poemas para estos días de sangre (III)

Y luego
no digáis que enmudecí
de pavor
que me oculté
tras el cómplice velo
miserable
del silencio.

No. No lo digáis.
Que mi grito
denuncia
la cruel metralla
la tibia sangre envilecida
los destrozados cuerpos
mancillados.

Mi grito
en la mirada
en la palabra
en el alma.

Mi grito de espanto
compañero del tuyo
hermano.


MARGARITA CARRERA




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