Erguido entre la sombra de la noche,
cultor de un rito antiguo, donde
el sol y el amor se mezclan mutuamente.
Adorador de gemas, mirando arder
la extraña combustión de un ritmo
raro, envuelto en la belleza, a punto
de entrar ya en el éxtasis mágico de
bailarinas y derviches, sedosa
la piel de bronce, negros los ojos, y
negro cabello lentamente cayendo
por la frente; Heliogabalo, emperador
muchacho, levantado y altivo, ardoroso
el cuerpo y la mirada, todo bronce
y fulgor, perfecta estatua viva, o pasión
envuelto en la belleza, desde esta
noche que es hoy, ayer, presente antiguo
***
La belleza juega, vivaz, con máscaras.
Se viste con disfraces. De ayer hace hoy,
de ahora levanta, atrevida, pasados y mañanas.
Nos confunde en su juego. Nos invade
con brillos desconocidos. Nos enseña piedras
nuevas. Deroga el tiempo.. Nos sume
en su vórtice fatal, para golpearnos como
el amor, nos hace sangrar, y habla,
retórica, de carbunclos que queman y rubíes
La belleza es la piedra que lanzó David
con su honda, que todavía llega
engañadora y feliz, como de oro
desde allá, desde el remoto origen
atravesando tiempo fugaz y tiempos sucesivos.
De: Los días de la noche
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