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De algo estamos confesándonos...

De algo estamos confesándonos emocionadamente hijos si en un agua tan limpiamente fraternal bogamos. Nunca se cierra del todo nuestra diferencia, una ironía de nuestra igualdad la tiene siempre en vilo, y hasta cuando estamos sometiendo al otro nunca hemos olvidado nuestra lengua común.

Así el aliento del dios nos vigila, sonreímos bajo esa mirada que calcina a nuestra madre, no acabamos de creer que entre tú y yo cada uno tenga para sí una vida. Nos hermanamos y es como si llamáramos madre a un idioma compartido y padre a lo que en él nos deja en la tiniebla lado a lado.

Por eso también sabemos en el sofoco promiscuo y nutritivo del clan procreador adivinar al dios. Es allí la alegría de la tarea. Por ella se hermanan todos en la misma tibieza en que el linaje entero se revuelca y padres, ancestros, crías son todos hijos. Como también nosotros nos pertenecemos perteneciendo a un sueño que aloja nuestro encuentro, aunque nuestra alegría es danzar con la danza del relámpago negro que lo hiende.



4 de la serie: Algunas piedras de un collar del dios


TOMÁS SEGOVIA




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