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Objetos al acecho

¿Dónde oculta el peligro sus lobos amarillos?
No hay ni siquiera un pliegue en la corriente inmóvil que
          tapiza este día;
ni un zarpazo fugaz contra el manso ensimismamiento de las
          cosas.
Ninguna dentellada;
nada que abra una brecha en estas superficies que proclaman
          su lugar en el mundo:
mis dominios inmunes,
mi pequeña certeza cotidiana frente a las invasiones de la
          oscuridad.
Y sin embargo surge la amenaza como un fulgor perverso,
o como una estridencia sofocada;
quizás como un latido a punto de romper la frágil envoltura
          de las apariencias.
He cundido la impía rebelión en mi tribu doméstica,
acostumbrada antes al ritual de mis manos y a la mirada
          que no ve.
Los objetos adquieren una intención secreta en esta hora que
          presagia el abismo.
Exhalan cierto brillo de utensilios hechos para la enajenación
          y el extravío,
contienen el aliento para el ataque indescifrable,
transforman sus oficios en esta exasperada, malsana geometría
          del suspenso.
Son gárgolas ahora.
Son ídolos alertas en muda interrogación a mi poder incierto.
Se ha cambiado la ley:
mis posesiones me presencian.
Se han mudado los credos:
el bello acatamiento se extingue bajo el sol de la sospecha.
Y ninguna palabra que devuelva las cosas ilesas a sus humildes
          sitios.
Y ningún catecismo que haga retroceder esa extraña asamblea
          que me acecha,
este cruel tribunal que me expulsa otra vez de un irreconocible
          paraíso,
recuperado a medias cada día.




De: La voz de Olga Orozco


OLGA OROZCO




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