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Jesús de Candelaria

Sombra de corazón de la amargura
a tu rostro que aviva pulso cárdeno
lirio inclinado bajo el viento, pesa
                    la cruz del viento.

Tu rodilla sin fuerza es como cera
que se derrite al sol, se ve en la túnica,
lirio inclinado bajo el viento, pesa
                    la cruz del viento.

Del entrecejo, hendido por los juncos
de la tribulación, hasta los pómulos
se afila tu nariz de asfixia, falta
                    a tu lengua el aire.

Nube de acabamiento da a tus ojos
frío de muerte que reduce a témpano
tu mirar, y no miras te derramas
                    agua de llanto.

La tortura va desmayando dentro
de ti palomas negras y tus tímpanos
reventados no oyen, te derramas
                    agua de llanto.

Menguante de tu sien que medra y pugna
bajo el pelo lluvioso, con el pálpito
hundido, te busca y no te encuentra
                    en tus sentidos.

Flexible y anillada, tu palabra,
cintura en movimiento, como el cálamo
del cetro quedó rota y no te encuentra
                    en tus sentidos.

¡Gusano de escarlata el astro labio
de Dios y labio de los hombres! ¡Cáñamo
perfumado el que ahora suda gota
                    de moribundo!

El cáliz del vacío no se aparta
de tus fauces sedientes y el líquido
de tu sangre lo desborda, vino
                    de moribundo.

La cadena encendida de las dalias
te ciñe en la penumbra de los párpados
a la desolación de la primera
                    hora de espinas.

El latón fino de tu pie en el suelo,
alianza sin sandalia con lo mínimo,
abre el camino de la cruz que ahora
                    es salvavidas.

Y la raíz en lucha de tus manos
retuerce como garfios sus diez pálidos
dedos asidos al madero que ahora
                    es salvavidas.


MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS




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