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Qué dulcemente va cayendo tu belleza

          ¡Qué dulcemente va cayendo tu belleza!



¡Qué dulcemente va cayendo tu belleza!
Otoño pleno desordena la armonía
de tu pecho; y, en plástica oleada de tristeza,
el mar de tu alma alza tu cuerpo de elegía.

Hueles a acacia mustia. A veces, nubla un manto
tus ojos de poniente; y, en avara demencia,
recorres, cada instante, el decaído encanto
-¡magnolia, azucenón!- de tu rubia opulencia.

Pero la permanencia vaga de tu ruina,
bella como un crepúsculo reflejo de una gloria,
da al amor que a ti vuelve, cual una golondrina
al nido, un goce lento, largo, como tu historia.


JUAN RAMÓN JIMÉNEZ




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