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Última estación



Un suspiro bastó para tocar fondo aunque afuera todo seguía igual:

el silbido del viento juguetón entre los árboles y las hojas del verano sucumbiendo a sus pies. El cielo tenue apenas reflejado en el concreto. Las sombras extenuadas asidas al reposo. El calor sudando en cada poro el agua recogida en la última estación ardiendo el fuego contenido
                                             entre ferias y pausas prolongadas.

En toda su extensión el tiempo insaciable revelaba
          la piedra           la grieta          la cima
sembraba y cosechaba
                a veces tropezaba o profundo se diluía.

Fugaz y silencioso "caminar" fue el eterno infinitivo
certero al corazón
                       sediento           hambriento      crucificado

y en la cúspide
la Creación entera me cegaba:

Allá los peces saltarines pintando de colores los océanos
allá ¡la rosa! consumaba su risa
allá se filtraba en arias la luz.

Aquí descalza la aurora inicia el ciclo desvalido
aquí se incendian los crepúsculos cuando leves se amontonan las cenizas
            entre grietas secas


y los brazos extendidos como piedras

                        esperan


                                                              




Diciembre, 2000

(De Florece el naranjo)




ISOLDA HURTADO




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