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Jorge Luis Borges mira jugar al ajedrez en una calle de barrio

Dios mueve el jugador y éste la pieza
J. L. BORGES


El caballo salta del tablero y pierde por una cabeza en el bar vecino donde los peones pierden la cabeza en alcohol estridente.
La Dama del barrio gira en esa música ebria
Bajo la falda sus piernas se deslizan con movimiento oblicuo de inversos alfiles
El poeta mira al jugador y éste a la pieza absorto en su Torre de marfil sobre un cajón en la vereda
De la cocina viene un olor a fritura que vaga por la cuadra y atrae al rey de los ociosos
Ya somos dos —me digo— ¡tres! me dice Borges que convertido en sol de medio día enceguece a los jugadores y a tientas por cuadros negros y blancos —sombra y luz de sus vidas— cruzan la puerta y se instalan frente a frente en otro juego de platos y cucharas.
Entonces el rey de los ociosos y yo —su paje— enrocan hacia el lado sombrío de la calle
Antes que una nube le impida la visión Jorge Luis Borges me hace un guiño
Con gesto displicente de rey eternamente sin corona.


De: Obra completamente incompleta


FLORIDOR PÉREZ




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