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Genealogía de la hembra

Yo, que fuera tu Agar, la esclava,
y fuera Jezabel,
arrojada a los perros de la noche
y, así, fuera María -tan delicada y pura ante tus ojos-
y Ruth, con una espiga de fuego entre sus manos
y, aún, fuera Judith,
rozando esos cabellos de Holofernes,
y Salomé, bailando sin descanso;
y me tomaras una y otra y cien mil veces,
gritando:
                    Oh, Jericó
                                        -al golpe clamoroso y tu trompeta
no se extinguiera nunca-.

Tú, que fueras, en mi profunda cueva del amor,
el dolor hecho carne
y coito entre los hombres.



Poema proporcionado por la autora


DOLORS ALBEROLA




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