☰ menú
 


MANUEL ORESTES NIETO

 

   Mañana de ámbar (1)

primeros versos

¿Viven aún en ti las gruesas gotas de los aguaceros de zinc de esta ciudad en octubre? ¿O es que aquellas lluvias fueron el naufragio gris de una memoria baldía, un cristal herido por el limo, una calle enroscada en las sombras? ¿Dónde estará la mañana de ámbar y su luz que, al partir, ...

 

   Mañana de ámbar (10)

primeros versos

Bella Vista era un mundo inalcanzable, un barrio como esculpido en hielo, lejos de nuestra frontera. Allá estaban las mansiones con portales y flores, como de mentira. Acá era la terrible pregunta de mi hermana menor cuando pasábamos en el autobús: ¿Por qué ellos pueden vivir allí y nosotros no? ...

 

   Mañana de ámbar (11)

primeros versos

La pelota que tanto quise y nunca llegó a mis manos, la que tanto anhelé y no me fue regalada, la que le dije a los amigos que tendríamos para jugar hasta morirnos de cansancio, terminó por romper el cristal de la última navidad inocente de mi vida. ...

 

   Mañana de ámbar (12)

primeros versos

Lavábamos carros por diez centavos. A veces no nos pagaban y estaba bien, era parte del negocio. No teníamos ninguna pena; era la combinación perfecta de los meses de invierno y el derecho ganado en una calle propia para divertirnos y, de paso, cobrar. ...

 

   Mañana de ámbar (13)

primeros versos

Las Bóvedas era como arribar a la capital del paraíso. Allá íbamos por toda la Avenida A, hasta llegar al borde del mar. La Plaza de Francia era una fiesta, una ilusión, un día feliz, un jolgorio. Al volver al barrio, extenuados y tocados por la plenitud, era casi como haber viajado a otro país. ...

 

   Mañana de ámbar (14)

primeros versos

Entre frituras, chicharrones y corvinas fritas, la Calle K era una serpiente nocturna capaz de envenenar la sangre, con sus soldados enormes deambulando, aquí en El Límite y en las puertas prohibidas de los bares que decidimos abrir, a pesar de todo, para saber qué había dentro. ...

 

   Mañana de ámbar (2)

primeros versos

Llegaba el verano y no íbamos al mar. En esta guarida de pobreza no habían aviones que abordar hacia otros países; el planeta se reducía a estas calles que conocíamos con los ojos vendados. Muchos de nuestros juguetes los hicimos con nuestras propias manos; corríamos por el barrio ...

 

   Mañana de ámbar (3)

primeros versos

Entre el restaurante Napoli y la farmacia contábamos veinticuatro pasos lentos o cinco segundos rápidos para cruzar a la otra acera. Aquí estaba nuestro hogar, el epicentro, el territorio y el aire, los afectos y los rostros, frente a la hilera de árboles de mangos, dos cariátides aladas ...

 

   Mañana de ámbar (4)

primeros versos

No ocurrió nada memorable para ser escrito en los libros de historia patria. No protagonizamos los sucesos que ocurrieron mientras crecíamos; no nos dimos cuenta de los escándalos y las noticias, de los muertos en los periódicos, ni supimos cómo se iniciaban aquellas batallas campales ...

 

   Mañana de ámbar (5)

primeros versos

Teníamos un estadio de fútbol sólo para nosotros. Era la algarabía nunca vista, excepto al llegar mayo cuando volvían a clases los alumnos del Instituto Nacional. Y, sin remedio, replegados, escurridizos, merodeábamos por la muralla viéndolos jugar con envidia y con rabia, ...

 

   Mañana de ámbar (6)

primeros versos

A la hora de los entierros la abuela siempre repetía lo mismo: Respeten a los muertos. Cuando entraban, por fin, al cementerio Amador, en grupos, abrazados y heridos, vestidos de negro y blanco, volvía el ruido de la vida en el mediodía caliente, sin que supiéramos quién se había marchado ...

 

   Mañana de ámbar (7)

primeros versos

Tus ojos achinados, tus manos de otro mundo, tu cintura estremecedora y tu pelo azabache. El amor de todos a la vez, la asombrosa niña al final del cielo que paralizaba el corazón colectivo de una jauría impúber. Tú que al irte dejaste en la calle la silueta de tu sombra y un olor a sándalo ...

 

   Mañana de ámbar (8)

primeros versos

Domingo López Chang cometió la osadía de creer en mí. Le contaba sin parar y él sonreía. Le fantaseaba historias y las adornaba con un ritmo de tambores sobre la mesa y silbidos de aves con su boca. Nos divertíamos descarrilando un tren, disparando morteros de guerra sobre la ciudad ...

 

   Mañana de ámbar (9)

primeros versos

La casa ya no está. La ciudad fue masticándola con todos nuestros recuerdos dentro. La derribaron y no lo supe sino mucho tiempo después. El precio que aún debo pagar es demasiado alto: no tengo a dónde volver para reunir los pedazos perdidos, las piezas más queridas del engranaje y el eco ...

 

   Ocurre

primeros versos

Ocurre que estamos construyendo un monumento a la desmantelación y nada podrá impedir que el ruido de los demolidos caserones se escuche del otro lado del mundo y que el trazo de la ruta de los barcos y la estela marina de las motonaves señalen el sitio exacto donde no será posible olvidar. ...