ARMANDO RUBIO HUIDOBRO | |
Soy un oscuro ciudadano abandonado en medio de las calles por el cuchillo sin pan del mediodía, despojado y marchito como el reloj de las iglesias, sin otro oficio que vagar entre disfraces. Soy el familiar venido a menos, enraizado a las tabernas y a la complicidad del bandolero. ... | |
No sé de dónde viene mi costumbre de agravarme a las siete de la tarde. Quizá sólo por ser un transeúnte sin bigote o pañuelo, sin zapato ni amante. No sé para qué vivo y por qué muero, si ha tiempo me dijeron las gitanas que tendré vida cara con un final de perros: o sea que no pienso morir ... | |
Soy bestia umbilical, delgada y andariega, con un aire de pájaro en la calle. Atado a los semáforos por ley irrevocable. Suelo ser atacado por mis hábitos y por los vendedores ambulantes que me auscultan la cara de bar destartalado y decadente. Amo a la ciudad más que a nadie: ... | |
Que mi rostro siga siempre pálido: así nadie sospechará mi muerte. Selección: Guido Ferrer | |
Indiferencia del mundo y de las cosas hacia mí; indiferencia mía hacia el mundo y las cosas: mutua correspondencia. Transito y caigo de pie. La misma puerta entreabierta en un desierto marchito de sol. La gaviota extraviada en un espejismo de mar, abre sus alas, yerta, ... | |
Si la vida consiste en poner caras pondré unos ojos dulces y labios sonrientes, para que Dios, fotógrafo en las nubes, complete su álbum familiar. Selección: Guido Ferrer | |
Esta vieja costumbre en consecuencia de amanecer cansado cada día con la cara de siempre, el mismo aspecto -cordero estupefacto, ¡no hay derecho!-, la liturgia congénita de mirarme al espejo: descubrirme in fraganti con peineta y dentífrico -no asienta esa conducta en mansa bestia-; ... | |
Engominado, pulcro, penetro en las iglesias altivamente cirio con mi cara de hostia dominguera. Y me arrodillo, y me confieso, y me persigno, y regreso a la calle para comprar barquillos con monedas hurtadas al abuelo. Selección: Guido Ferrer | |
La tarde se asolea, azul, en la plaza. Las palomas se congregan luminosas y amargas entre volantines y esferas que se enredan en los cables. Un niño llora su gorra marinera en la cabeza del lustrabotas. Los hombres sueñan. La tarde gira en la manivela del organillero. ... |