Estas noches así basta la luna
que redonda en su luz sube a los altos cielos
sin prisa, tan segura,
de brillar y morir para mañana
volver sobre este cielo en que la vemos.
No basta, a veces, con mirar un árbol
estas noches así, trémulo y solo,
tan seguro de hojas y de pájaros
y de un beso del sol a la mañana;
de renacer a cada primavera.
A veces basta la hojita de yerba
la humilde en el camino
por donde ni nos vamos ni volvemos,
y que está allí, segura
de su destino.
Estas noches así basta el silencio
sobre la tierra sorda;
basta, para pensar que estamos vivos,
mirar al cielo
y recordar palabras olvidadas:
misterio, astros, universo, alma.
Estas noches así, después del viaje
de las sombras en lo ancho de la tierra,
qué inútiles parecen
y qué perdidas las demás palabras.
Washingtonville, N Y, 3 mayo, 1942
De: Libros de poesía, 1920-1944
|