Solamente la música,
la melodía que viene y va
como mi boca,
ávida,
de pezón en pezón,
de un monte a la otra cima;
solamente la música,
tu música,
me hace dormir,
feliz,
mece mi corazón
y lo estremece
y después lo serena
y lo detiene,
y lo quema
y lo apaga,
lo hace ceniza,
¡oh, Diosa!,
y luego le devuelve sangre joven
en la ola más alta
de la noche más alta.
Solamente la música,
tu música,
aprieta mi garganta
hasta la asfixia
con su mano que es garra
y luego leve
extensión de la espuma,
vellón de Venus.
Ésta es la poesía
y no palabras:
música para el alma
desde su primer día.
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