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palabra virtual

Grabación para Palabra Virtual     
    Editora del fonograma:    
    Palabra Virtual    
por Orfila Bardesio    
Colaboración: José Fernández Bardesio    
Página web de José Fernández Bardesio    

    Este poema forma parte del acervo de la audiovideoteca
    de Palabra Virtual

El viaje


I

Amigo, llévame al bosque de la mano,
entre los corredores de la hiedra y los helechos.
Ayúdame a subir el día, ayúdame a cruzar la tarde.
Llévame hasta el origen y muéstrame quién dirige la muerte,
quién cuelga los racimos transparentes del viento,
quién conduce los ojos de los ríos hasta la luz del mar,
quién orienta las naves del asombro.
Ayúdame a buscar al que se esconde.

Llévame al fondo del mar, a los palacios de las rocas,
llévame sobre el Tiempo, sobre los barcos de la luz,
subamos a los hombros de la selva, entremos en los árboles
despacio, para que él no huya a nuestro paso y no vuelen
las garzas del silencio, heridas en el cuello
y con miedo en la voz. Ayúdame a leer en las pequeñas
flores de la vid y en las praderas que me abrazan.
Durmamos en las chozas del miedo,
apaga con tu alfombra las preguntas,
llámame desde el mundo de la Calma,
invítame a trepar en las rodillas de los árboles,
a conocer las hojas de la lluvia.


II

Amigo, condúceme a mí misma, hacia las plumas de la nieve,
— orienta el sol hacia mi nieve —, dime qué puerta tengo que golpea
Alcánzame un estanque donde pueda mirarme, un hilo de mí misma.
Llévame a los jardines de la Música en donde nadie nos conoce,
donde flotan los cisnes del sonido, el tobillo de un nardo danzando,
el tallo de las pausas, y se oye la música del ser como las fuentes.
Amigo, llévame allí, no dejes oxidar a los diamantes,
invítame a pisar el césped del silencio, las sombras de los árboles,
la muerte de las rosas. Háblame desde el centro del otoño
de los paisajes amarillos, de los ángeles secos, cómo cierran los ojos
las abejas, qué meditan los lirios y qué quieren decirme las hojas
cuando mueren, cuéntame cómo hace la tristeza, qué cirios introduce
en las hendijas, enséñame a escuchar un sauce agonizante.

Amigo, amigo, no me dejes aquí, ven a buscarme, no te olvides de mí
entre la danza de las olas, llámame desde ellas, desde los barcos,
llévame a caminar sobre las aguas azules, sobre el cielo del mar
en su flotante arquitectura, rozando con mis manos la vela de las naves
el olor de las algas, enséñame a volar sobre el color,
sobre los parques dados vuelta de las olas,
enséñame a volar con las gaviotas.


III

Amigo, amigo, no me dejes aquí, ven a buscarme,
siento correr el aire de las plazas sobre las tumbas de las mariposas
y la corona del rocío moribunda sobre los campanarios y las torres.
Llévame a las ciudades con un lirio quemado,
—busquemos el ángel quemado, los árboles guardados, los huesos
de los ciervos y los de los leopardos debajo del piso—.
Llévame al parque de las formas, al mar, al infinito,
a donde esté la flor de la Verdad.
Extiéndeme sobre las cosas, yo soy la seda de las cosas,
mi cuerpo es una túnica del mundo,
envíame a volar, quiero vestir la tierra con mis formas,
suelta mi mar, despliégame en las ramas,
deshójame en el aire y en los astros,
sobre los libros vivos de la selva.



De: Antología poética



ORFILA BARDESIO


 
  Dieciséis odas y una canción   
 





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