Tú, que le dices a la hojosa rama
Susurra: Muge y gime, al mar bravío:
Silba, al rudo Aquilon: murmura, al río:
Suspira, al aura: y al torrente brama!
Tú, que le das dulcísona garganta
Al pajarillo que saluda el día,
Y le enseñas patética armonía
Al que a la noche sus amores canta:
Tú, que al alma tambien prestas acento
Que hasta tu trono remontarse anhela,
Y que mas alto tu poder revela
Que las voces del mar, torrente y viento:
De esa gran facultad, que tiene nombre
De Gracia allá, de donde ardiente emana;
De ese don celestial, luz sobrehumana,
Que Genio llama en su lenguaje el hombre
Tú solo, solo tú, ¡Ser de los seres!
Sabes la esencia y los misterios sabes
De esa lira inmortal los sones graves
Solo pueden brotar cuando tú quieres.
Solo a tu voz el mundanal ruido
Se vuelve en ella armónico concento:
Solo a tu luz descubre el pensamiento
En cada eco fugaz hondo sentido.
Naturaleza en inefable sones
Tu nombre anuncia, tu bondad proclama,
Y esas bellezas, con que al genio inflama,
Son de tu amor benéficas lecciones.
Él las entiende; su oblación te envía
Con ígneas alas al dosel superno,
Y eso que llama el mundo poesía
Es de tu nombre ¡oh Dios! un eco eterno.
Mas ¿dó hallar formas su entusiasmo santo?
¿Qué expresión digna de tan alto anhelo?
Para tal fuego la palabra es hielo;
Para tal melodía es rudo el canto.
¿Qué importa, empero, á la inspirada mente.
De su idea encontrar débil sonido,
Si comprende el silencio aquel oido
Que halla en cada emoción himno elocuente?
¿Qué le importa á la lira, que desprende
Del alma un son, se extienda poco ó mucho.
Si ántes que ella lo exhale yo lo escucho;
Si ántes que yo lo escache Dios lo entiende?
¡Oh Autor del genio, divino!
Su destino
Sólo es mostrar tu poder;
Que Tú á este polvo que piensa
Das la inmensa
Revelación de tu ser.
Soy un gusano del suelo
Cuyo anhelo
Se alza a tu eterna beldad;
Soy una sombra que pasa,
Mas se abrasa
Ardiendo en sed de verdad.
Soy hoja que el viento lleva,
Pero eleva
A Tí un susurro de amor...
Soy una vida prestada,
Que en su nada
¡Tu infinito ama, Señor!
Soy un perenne deseo,
Y en Tí veo
Mi objeto digno, inmortal:
Soy una inquieta esperanza
Que en Tí alcanza
Su complemento final.
Perdona si en mi error ciego,
Con el fuego
De los bardos de Israel,
Osé encender torpe pira,
Y á la lira
Ceñir profano laurel.
Perdona si de tus dones
Mis pasiones
Trocaron el alto fin,
Marchitando santas flores
Con vapores
De este mundano festín;
Y si el incienso sagrado,
Destinado
Sólo, mi Dios, á tu altar,
En aras de deidad vana
Llegué insana.
Alguna vez á quemar.
Perdona si los sonidos
Despedidos
Del arpa del corazón,
Pidieron al vulgo necio
Bajo precio
De su elevada ambición;
Y si la bella armonía
Que debía
Buscar su autor inmortal
Lanzó el alma en su locura
Por la impura
Atmósfera mundanal.
Borra, Tú, borra de la mente mía.
De aquel delirio la tenaz memoria,
Y sea ya mi eterna poesía
El himno santo de tu eterna gloria.
Sea mi vida un acto reverente,
Un éxtasis de amor mi alto destino,
Y cada aliento de mi pecho ardiente
Un holocausto á tu poder divino.
¡Liras del alma, remontad las voces!
¡Llenad la tierra! ¡fatigad los vientos!
¡Que surquen el espacio ecos veloces!
¡Que se hinchen las esteras de concentos!
De la noche entre sombras, entre albores
De alba, vuele vuestro aplauso eterno;
Envuelto en los aromas de las flores;
Flotando con las nubes del invierno.
¡Corra en el huracán; zumbe en el trueno;
Gire en las olas de la mar bravía;
Llene del universo el ancho seno;
Pase en su vuelo al luminar el día!
¡No hay más que Dios! Tu fuerza es ilusoria
Si te apartas de Dios, genio del hombre.
Tu nombre ensalza el preludiar su nombre;
Tu gloria existe en proclamar su gloria.
¡Y Tú, que este anhelar del alma entiendes,
Y en quien su alta ambición reposo alcanza.
Hoy, que en sublime fe mi pecho enciendes,
Préstale alas de fuego á mi esperanza!
¡Pueda tus huellas adorar de hinojos;
Pueda entrever las orlas de tu manto...
Y un rayo hiera de tu luz mis ojos,
Y un soplo aspire de tu aliento santo!
(1) Esta Composición está escrita imitando, en
parte otra del célebre poeta frances Lamartine.
(Nota de la autora)
De: Devocionario nuevo y completísimo en prosa y verso
por la Sra. Doña Gertrudis Gomez de Avellaneda
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