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palabra virtual

Tiempo ganado    
    Editora del fonograma:    
    Voz Viva de México. UNAM    
por Eduardo Langagne    

    Este poema forma parte del acervo de la audiovideoteca
    de Palabra Virtual

Las amigas misteriosas


las amigas misteriosas del poeta,
escribió el joven Nervo.

Entre las perlas negras
que el poeta reunió en su juventud
encuentro algunas que ahora pulo,
engasto y renuevo en el collar de mis libros de diciembre.

Mis amigas misteriosas
han enviado mensajes hacia el final del año
y al inicio del nuevo.

No son exactamente misteriosas,
aunque todas encerraban sus misterios personales
y guardaban para sí
llaves de cofres en los que algunas veces asomé mi rostro.

Todos escondemos una llave,
o un manojo de llaves misteriosas y secretas,
claves que cierran el candado.

Las amigas se encuentran en un pueblo distante
donde el frío entumece las manos que redactan

o en las grandes ciudades congeladas del norte

o en el contraste natural de sol y brisa
de un recatado puerto de pocos habitantes

o en ciudades del sur del continente
donde el calor hace sudar memorias redentoras.

Quién sabe si alguna vez pensaron en su amigo
ante amores que se fueron,
ante amores que no llegaron nunca,
ante amores que todavía no llegan.

Ojalá no busques la mujer que encuentres,
me dicta la memoria.

Las amigas misteriosas del poeta,
optaron por hombres de un oficio distinto,
volvieron la cabeza hacia otro punto cardinal
o abordaron el regreso a un camino conocido.

O la prudencia las llevó a rechazar
mi amargo café de las mañanas
que en su espejo oscuro
reflejaría tal vez su rostro arrepentido.

Las amigas del poeta eran libres de elegir
y tomaron la ruta que indicaba su albedrío
sin misterio mayor que el de la vida.

El que escribe
agradece íntimamente su presencia afortunada,
valora ese recuerdo que de él tengan
y celebra conservar el de ellas;
admite haberse equivocado cuando se equivocó,
acepta haber dudado alguna vez,
si guardó su corazón en el baúl con llave
y no miró con ojos reposados,
o tal vez nunca entendió que esa sonrisa
era el gesto de la posibilidad.

La lealtad lo tuvo resguardado en una mujer,
no desnudó su pecho
y optó por el camino conocido.

Interceptó la flecha que el pequeño dios desnudo
tenía lista en el arco tensado y con el ojo en la mirilla alerta.

Las amigas misteriosas del poeta, dice el joven Amado,
y no lo dice arrepentido; acaso evocador…



De: Verdad posible



EDUARDO LANGAGNE




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