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palabra virtual

La voz de William Ospina    
    Editora del fonograma:    
    H.J.C.K.    
por William Ospina    
Colaboración: Álvaro Castaño Castillo, fundador y director de la emisora HJCK    

    Este poema forma parte del acervo de la audiovideoteca
    de Palabra Virtual

Nueve de abril de 1948


Para entender el gesto de su brazo
debes haber mirado cómo el niño amazónico
calcula el sitio por el canto
y dirige hacia el cielo de las hojas la cerbatana mágica.

Para entender el modo como decía "patria"
debes haber oído al viejo U´wa
narrando el vuelo de las tijeretas,
sentir un soplo de águilas arcaicas
sobrevolando un territorio eterno,
y saber, como saben el kogi y el sikwani,
que somos estos mares, estas selvas,
que las gentes del agua no son viajeros codiciosos
sino el oro viviente de regiones muy hondas.

Para entender su mente
debes haber oído cómo bajan los ríos,
cómo confunden en la noche sus oscuras riquezas,
y en el amanecer cantan cosas proféticas
que le parecen fábulas al dueño de la orilla.

Para entender esa pasión inmensa
que iba de pecho en pecho, de grito en grito,
debes saber de siglos de vergüenza,
de indios educados por los blancos,
de llagado s esclavos que vivieron a solas
sus meses de agonía,
debes saber de dioses vivos que caían,
de dioses muertos que triunfaban,
del cansancio infinito de vivir en el mundo
sin amor por el mundo,
de la torpeza de unas castas tristes
que intrigan, hieren y ebriamente humillan
mas no saben ser dignas de su suelo y su cielo.

Para entender quién era
di quién eres tú mismo,
por qué estrella del cielo de tus noches
darías la vida entera,
por qué trozo del barro en que brotaste
darías la silenciosa gratitud de tus lágrimas.

¿Qué es el amor sino el recuerdo oscuro
de ser parte de un todo?
¿Qué es la fe sino el ansia
de que un sueño divino se confirme?

Para entender su grito debes tener entrañas,
debes sentir en ellas que no hay vileza eterna.

Antes el día era uno,
turbulento, infinito;
después los días se suceden, negándose,
pesa el futuro sobre cada instante
y la vasta amenaza de un fin se llama Historia.

Para entender su causa
debes haber oído las flautas en la niebla,
coros de ancianas negras sobre los litorales,
y gaitas solitarias y la melancolía
que ganó en manos indias la guitarra española.

Por sabanas de Córdoba, por landas de Nariño,
rumbo al Chocó, cruzando el Cauca ardiente,
por bosques de palmeras del Sumapaz, o arriba, ;
donde buscan el cielo que se esfuma las rectas palmas,
o en la pradera hondísima
donde todo se llama lejanías y pájaros,
una esperanza dura como un grito en la noche.

Indios, negros, mestizos, dorados, blancos rostros,
el país más diverso se ha cansado de odiarse,
pero ¿cómo lograr que el azul ame al rojo,
que el verde ame al violeta?

Para entender su sueño
debes pensar en besos en los puertos,
barcas ansiosas por los litorales,
yarumos plateando los generosos pueblos,
tierno rumor de cuerdas en la noche,
encuentros jubilosos de extraños en los montes,
árboles respetados como ancianos,
cantos en lenguas indias por las largas sabanas,
ráfagas de aventura, rojas danzas frenéticas
y unas mestizas frentes altivas como palmas.

Pero alguien piensa ahogar sangre tantos sueños.
Alguien conspira nuevas centurias de mazmorras.

Vientos de Montería, plata gris de las ciénagas,
roja anaconda de agua que separas las selvas,
luna por los cañones de Tolima,
algo se gesta contra nuestro sueño.
Por calles populosas hay un hombre que avanza con un arma.

Gaitán mira el reloj de San Francisco.

Una paloma asciende a la cornisa.

Ay, Casanare. Ay, Macarena. Ay, Guajira.
No es un balazo, es un soplo de incendios.
Un coro de degüellos, ráfagas rencorosas,
la hora atroz de las decapitaciones,
los dragones concéntrico s del odio y de la injuria,
la multiplicación de los suburbios.

Pájaros sepultados en las rotas guitarras.

Donde un pueblo soñó por fin su orgullo
baja un río de sangre con cadáveres.



De: ¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua?



WILLIAM OSPINA






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