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palabra virtual

La voz de William Ospina    
    Editora del fonograma:    
    H.J.C.K.    
por William Ospina    
Colaboración: Álvaro Castaño Castillo, fundador y director de la emisora HJCK    

    Este poema forma parte del acervo de la audiovideoteca
    de Palabra Virtual

Alexander von Humboldt


¿Sabe la rosa que la espina podrá defenderla
vulnerando la piel del que ataca?
¿Sabe la ceiba que lanzando a volar sus semillas en una gasa leve
lejos germinarán en suelos más propicios?
¿Dónde termina cada cosa y empieza su designio?

Veo entre rayas de luz el trazo delicado de las naves
en la catedral silenciosa
y las comparo con la forma de una orquídea salvaje,
veo el trazado blanco de las nervaduras sobre la hoja
y pienso en las rayas del caballo africano,
y pienso en el blanco trazo de las costillas,
y me pregunto por qué tienen la misma forma el ojo y los planetas,
por qué la honda extensión de las montañas parece un oleaje.

A solas me pregunto
¿Respiran de otro modo las plantas de follaje rojo?
¿Tienen alma las piedras?
¿Es un lenguaje el color de las flores?
¿Por qué el aceite al caer el agua forma perfectos círculos?

Ahora bien, si somos iguales los hombres,
¿Por qué tanta insistencia en prodigar diferencias?
¿A qué tanto cuidado por la forma
hecha para borrarse como una nube?

Mi cielo está dorado de preguntas.
Aún lo espero todo de la piedra y las olas.
Pondré mi oído en la piedra hasta que hable,
hasta que ceda su secreto de cohesión y firmeza,
de indiferencia y persistencia.

Cuerpo que busco son noches los cabellos, son estrellas los ojos, un juego
retórico, hay rigor en mi mente,
el vientre es el océano.
Estoy juntando las estrellas de mar y de río
y persigo el secreto de sus irradiaciones.

Esta es la ávida región de los buscadores insomnes,
después de tan cerrada eternidad,
entro por fin al bosque donde florecen los misterios.
Me atraen por igual los discordes secretos
de la voluptuosidad y de la enfermedad.
Esta es la tierra prometida,
y el orden que la rige está mejor guardado que la perla más honda.

Aquí toda verdad proyecta largas sombras,
toda revelación multiplica el misterio
y toda desnudez es encubrimiento.
Nada me falta, nada pido, este es el asombroso mundo que quiero.
Los bosques centenarios están pensando y un Dios habita en ellos,
un animal fantástico alza sus mansos ojos sobre la hierba
y siente que le llega al corazón la punta de oro frío de la estrella.

Entré en las místicas cavernas donde se amontonan por millares los pájaros
he pasado una noche con el cuerpo sumergido en el río
y sólo la cabeza expuesta al aire negro de mosquitos,
llevo en el corazón las horas de un naufragio
y el alegre descenso de las canoas raudas por el Orinoco
hacia lugares llenos de crepúsculo,
y el peligroso avance sobre las mulas por las altas comisas del Quindío
y el esplendor de un vuelo frío de pájaro sobre las nieves perpetuas.

¿Qué luna es ésta que gira sin fin en tomo de mi carne?
¿Qué fascinante muerte combato sacudiendo estos ramajes
cargados de hechizos?
¿Qué vacío interior que no colman siquiera las estrellas innumerables?

Voluptuosidad de conocer, no me apartes jamás
de los propósitos de la tierra.
Haz que yo sea siempre el discreto aprendiz de este anciano milenario.
Y que mi mano no sueñe jamás con hacer más bella a la rosa,
más brillante a la estrella.


De: El país del viento



WILLIAM OSPINA






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