Te pareces a mí... Que rías o que rompas
en cólera, es lo mismo.
Eres igual que yo.
Cuando al nacer diste el primer vagido,
como una selva te moviste entero
y desde entonces no has dormido.
¡A dónde vas, oh, mar?
Tu reposo intranquilo,
tu resollar feroz,
tu corazón transido,
tu pulmón fatigado, las cansadas
arterias de tus ríos
y ésta tu pobre y trasnochada
voz de cómico antiguo...
¡A dónde vas, oh, mar,
por las oscuras leguas de los siglos?
¿Tú no has pensado nunca
que, en vez de una gran voz, eres un gran oído?
¿Que tu aliento no apaga ni la llama
de una flor o un suspiro?
Tu espuma frágil que enamora a nadie,
el pecho que te abrasa el fuego frío,
y tus olas que nunca
llegan a su destino.
¿A dónde vas, oh, mar?
Vas a mi mismo sitio,
y como yo te quedas
a mitad del camino.
Te quisiera abrazar, sobre tu orilla
levantado,
apretándote a mi pecho
por sentir tu latir débil de pájaro.
Si hacer versos sirviera
de alguna cosa más
que hablar solo en la noche...
¿Verdad que a tí te duelen
los ojos de los hombres?
Sobre tu piel andando,
sin esquivar tus olas,
sin mancillar tu barro,
indiferente al buque
al pez y al pájaro,
a jornadas de hombre,
a mi destino, a España, a grandes pasos.
Corre a la Patria mía, mar látigo y bandera.
Róan sus costas tus dientes de sal.
Crezca tu empuje, aumente tu carrera.
Tiempo y camino tienes de aquí a allá.
Devora lo accidente,
de las esencias permanecerán.
Golpea sobre España, pecho y frente,
iy abre sus puertas a la libertad!
De: Obra poética completa
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