Un sitio blanco
y un latido mudo.
Muerta
la rosa mía.
Donde ella muere,
madre,
no hay que cruzar pisando fuerte.
Lo sabe el viento,
el pájaro,
esa sima sin grietas del sexo y la amapola,
la luz,
la mariposa...
Y el mar!
El mar!
Lo sabe el mar que nunca vio una rosa.
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