La racha canta la racha canta el huracanado viento en los
batientes de la ventana: el golpe
es verde, verde y cruje la corteza
del árbol del jardín, crujen las
dos blancas mecedores junto
al aljibe llenándose, el agua del
viento huracanado es impensable:
miro la racha, abro la boca, el
libro abierto al pie del lecho
muestra la llaga de mi índice,
de verso en verso (al paso): la
aridez de las letras me reseca
las pupilas, esquilma del cuerpo
la risa, letra atronadora todo lo
posee y rebate, quiero caminar
detrás del buey, oliendo,
escuchando, secarme el sudor
de yagua en la frente, llegar al
pie de la heredad, sentarme
sobre el poyo, mirar a las que
trillan al vuelo de sus desleídas
faldas, me basta y sobra una
situación (contemplativa) por
ejemplo, ésa: y si me atengo
encontraré mi compostura; el
hecho de la felicidad. Pega el
viento, las lechuzas aguardan
recogidas en sabiduría, ululan
las cuervas cosas que no hacen
en sus nidos, en los trillos a
duras penas ululan avanzando,
los escarabajos: el libro al pie
de la cama me lleva del brazo
al lecho de muerte del poeta
de veinticinco años a quien
Severn intenta consolar
leyéndole literatura edificante,
y el poeta se desconsuela: ¿yo,
morir yo? ¿Y por qué yo cuando
hay tantos cabrones en el mundo?
La racha, y se apagó. Me levanto,
de un golpe tranco libro y literatura,
flaqueo y me tumbo de brazos
abiertos un buen rato a mendigar
soltura (olvido) y soltura entre
las rachas de un viento huracanado
golpeando los batientes de una
ventana: adónde. En verdad, adónde.
Eso es lo que mendigo: una ventana
al alto silencio del vuelo del azor
rumbo al valle, planea y desciende,
todas las miradas, contemplan: es
de contemplación el punto único
de cuatro afluentes desembocando,
desembocando, aura y silencio, se
posó el azor (hierático) (pétrea
quietud del ave digiriendo) sobre
el lomo del buey, yo me detuve:
ya todo lo sobrellevo. Me detuve
a tres pasos, del sieso abierto del
animal brota un rumor, y sonrío:
con la mirada repaso la inerte
postura del azor, y me recojo;
alzo la vista y doy tres pasos a
un lado y otro, levanto el brazo
y con el índice trazo en el aire un
espacio delimitado, libro y lecho
y un ulular del viento recapacitando,
recapacitando su primer sentido de
la brisa, su sentido primero de aire:
llovizna, huelo mar (adónde)
(adónde) en las arrugas del rostro
el salitre (¿habrá cosecha en el ojo
lateral de los peces?) la yema del
dedo que me paso por el rostro
huele a calostro: es aquí; éste es
el punto de concentración en la
grisácea atmósfera sobrecargada,
una pupila, y en la pupila una
guardarraya, por la guardarraya
un istmo, a tres pasos ya está el
laúd, el canto llano de la brisa:
y por la brisa ataviada mi madre
de tul y arras a Caná.
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