Si me dais una estrella,
y me la abandonáis, desnuda ella
entre la mano, no sabré cerrarla
por defender mi nacida alegrÃa.
Yo vengo de una tierra
donde no se perdÃa.
Si me encontráis la gruta
maravillosa, que como una fruta
tiene entraña purpúrea y dorada,
y hace inmensa de asombro la mirada,
no cerraré la gruta
ni a la serpiente ni a la luz del dÃa,
que vengo de una tierra
donde no se perdÃa.
Si vasos me alargaseis,
de cinamomo y sándalo, capaces
de aromar las raÃces de la tierra
y de parar el viento cuando yerra,
a cualquier playa los confiarÃa,
que vengo de un paÃs
donde no se perdÃa.
Tuve la estrella viva en mi regazo,
y entera ardà como un tendido ocaso.
Tuve también la gruta en que pendÃa
el sol, y donde no acababa el dÃa.
Y no supe guardarlos,
ni entendÃa que oprimirlos era amarlos.
Dormà tranquila sobre su hermosura
y sin temblor bebÃa en su dulzura.
Y los perdÃ, sin grito de agonÃa,
que vengo de una tierra
en donde el alma eterna no perdÃa.
De: Tala
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