Porque llovía triste
paré el Skoda al borde de tus pasos,
de la acera, de tu cadera grito,
de tu espalda de prisas y aguacate.
Se asomó tu sorpresa
por el cristal, llovía
llovía y te subiste
un instante tan sólo
antes de que mi sed te reclamara.
Que estabas empapada de la sombra
de todas las acacias,
de las salivas muertas, me dijiste,
de los jueves con labios laborales
y sucesivamente,
que soñabas con sitios
donde se hiciesen actos
invasores
los deseos que pueblan el planeta.
Me rogaste que huyéramos
de tanto día
hacia la oscuridad y a cenizas que no
tuvieran nunca,
como el amor, jamás sentido,
juntos,
como las dos mitades
del hambre que la noche reclamaba.
Y fuiste tú, tú,
quien condujo mi mano hacia la orilla,
y fuiste tú, callándome, recuerda,
quien me pidió que acelerase.
De: Plural de sed
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