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Ábrese el fuego...

Ábrese el fuego, y salta la burbuja
metálica de un pez; barre los ojos
una flor instantánea; doble salto
mortal, ensaya el corazón. Amigos,
algo mejor gocemos que un lamento.  

Ya, para no caerme, estoy colgado
de tu clavo, alegría; de tu absorto
badajo, de tu azúcar infalible
de mujer conseguida.

Has caminado
de gusto, te has sentado de gusto,
has llorado de gusto hasta reírte.
Eras tuya, y bailabas, y las piernas
no te dolían tanto. Y es domingo.

Escaleras del aire, pan del día,
turquesa el vuelo entre nosotros.

Y de pronto es domingo,
y hay gente, y es de fiesta
y fraterna la gente, y es ahora,
y hay el viaje y la carta recibida
y el intercambio de la contraseña,
y la risa espiral regocijada.

Risa del pobre, cúpula sin suelo
por sí misma orquestándose;
música sin orquesta que la amarre,
deslimitándome, soldándome,
compacta, el dentro y el afuera.

Desde la almendra glandular me encumbras,
desde las cuatro alcobas
cordiales, me trabajas, alegría;
plural jarabe, rosa visitante,
llave de toda cerradura.

Amigos, ha pasado la nocturna
concepción de los cantos, y la víspera
de cristal doloroso, y la semilla,
y está el deleite con nosotros
como vino de suyo madurado.

Y está en las manos el solemne
fulgor; el número premiado
en esta lotería de campanas.



35 de Fuego de pobres


RUBÉN BONIFAZ NUÑO




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