☰ menú
 



Los días de la Inocencia

En el sesentidos éramos pocos en Chincha
La moral era clara
Nos conocíamos todos por nombres      apellidos
Por signos
Por orígenes
Algunos viejos rechazaban la costumbre de vivir
Y otros   iban lento por las horas
Con sus libros cabalgando en los bolsillos
Con retazos de sol entre las manos
Hacia un pálido cielo      Mudándose al silencio

Se andaba sin temor a la extinción
Entre plazuelas quietas con palmeras bordadas
Entre la luz polvosa
Sabiendo a las almohadas inocentes
El cuerpo cultivado en buena tierra
La sangre fresca

En el sesentidos hubo un verano largo y
muchas tardes lentas
Las sonrisas se cosieron a las sombras
y el alma se nutría a sol y caña dulce
Recostados en murallas de adobe
Retozando tibios entre milagros perezosos
con el metabolismo lento
Dibujando pisadas con zapatos de charol
Los trajes blancos y sombreros con gracia los domingos

Creyendo saber mucho del diluvio universal
De la uva negra
De los gallos haciéndonos nacer muy pronto
Del rumor del sol en la floresta
De las sábanas de hilo
Del mantel manchado en Navidad con vino tinto


En el sesentidos dormíamos temprano
(salvo en la Nochebuena y para la procesión del
Señor de los Milagros)
Los insomnios venían extranjeros
con las tierras de Arabia y lepra en technicolor
Los filisteos y Sansón entre pantanos
Y ese león de la Metro rugiendo en ecranes gastados

En aquel tiempo
todos pensábamos que el Papa era un santo
Kennedy un ángel de los cielos
Y rojo  muy rojo todo el diablo
No nos herían el tiempo o los inviernos
Mariposas amarillas cubrían firmamentos
Y en noches de luna llena
Venían de visita los ancestros

En el sesentidos tuvimos dos eclipses
Un sol furioso al mediodía tres semanas
Y cincuentaycuatro tías montadas en tacones
Cansando letanías     a quienes saludar por las mañanas
Aquel año    sentí temor de Dios
Vergüenza de mentir      y fueron mis pezones más rosados
Me corrí  del azufre como aroma del maligno
Y escuche dos maldiciones al vicario mayor
Por debajo de la luna  que…
se tornó amarilla de repente

En el sesentidos estaba todo en orden
Mi cuello  mi casa  mi columna vertebral
y mi esperanza
Era tiempo de caricias
De cuentos de Calleja
De nueva historia universal
Éramos la gente de ese pueblo junto al mar
Que leía el periódico muy tarde en las mañanas
Éramos con la risa quebrando los temores
Alejadas las lágrimas
Jugando “mundo”en la vereda con
cáscaras de plátano resecas
aliento a mantequilla
y a mermelada de ciruelas hecha en casa

En el sesentidos era feliz

Qué duda cabe!

Tenía apenas nueve años
Alejada la malicia de vivir
Iba sin soledades y mil sueños
corriendo por mi aldea consagrada

Fue un buen año aquel sesentidos
Muy buen año
De veras




De:  Poemas Urbanos, 1998


MARITA TROIANO




regresar