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A bayoneta calada

Llegan las primeras oleadas del pueblo
A encender con sus fuegos nada fatuos
La mecha de mis cicatrices.
Desanda el estambre
La torturada extensión de los ovillos;
Prodigiosamente se aclara el agua
Y los frutos del muro de las nieblas
A bayoneta calada son mondados.

Tienen los gorros frigios
Color y forma de corazón;
Tiene hoy la luz un mirar sesgado,
Algo de rayo torvo que ya no se fía de nadie:
Adelante pues, enjambre de carne escarnecida,
Viento que puedes tomar al mar por una punta
Y agitarlo como un inmenso pañuelo enamorado.

Porque tuya es la hora, tuyo el maíz;
Tuya la razón que busca rostro,
Estatura y proporción
En la cumbre de tus reforestados hombros.

¿Quién como tú excava nubes sonámbulas
Y penetra las avarientas lejanías de Antares
Hasta encontrar huesos de aeroplano?
¿Quién medita, sueña o sangra
Y baja las gradas del sulfuroso apocalipsis
A elegir su vocación de altura
El color adecuado
A los centelleantes ojos de la vida?

¿Quién si no, quién sino este pueblo ardido en mil vorágines,
Se levanta de raíz, con la corte celestial
Por ayuda de cámara,
E inunda con su hisopo de sonrisas
Las regiones que el sueño no presiente,
Los cipresales que hoy se visten
De un clarísimo verde,
En nada parecido al antiguo tono luctuoso?

Pueblo, toma lo que necesites
Del ladrón que te ha robado:
Aire y herramientas,
Aceites frescos para tu cuerpo joven;
Galaxias de harina para tus despensas,
Habitaciones, libros, espadas, dinamita;
Lirios y hortalizas;
Los goznes que te hacen falta
Para ser la puerta de la historia.



De: Delante de la luz cantan los pájaros


MARCO ANTONIO MONTES DE OCA




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