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La jurado

Dolorosas mudanzas de entrecasa
han convertido el cuarto de la difunta
en este desordenado escritorio
                      donde leo poemas de cien jóvenes
y con ignorancia
califico.

En la pared
queda una suave mancha de grasa
donde la difunta apoyaba su coronilla
de madre.
Desde allí
viene a leer conmigo.
Ella siempre fue petulante: yo soy el jurado
pero ella me adelanta
en el juicio, me condena otra vez
a hijo.

En las páginas de ustedes, muchachos, la muerte
tiene más nombres que la vida
y baila
ebria,
sonora, las mejillas pintadas como muñeca
de teatro y literatura.

Sólo un verso brillante, sólo dos y el resto
puras fintas, me dice
la jurado. La muerte
de verdad
es como la poesía: mírala venir
como una forma
de la templanza.


De: Cosas del cuerpo


JOSÉ WATANABE




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