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Días sin madre

Ibas a comprar al mercado
y grandes bolsas caminaban y lloraban.
Éramos el lagarto y la osa
cubiertos de bistecks y alcachofas
flotando entre zanahorias.
Tal vez un helado o el encuentro famoso
con cebollas, hacían de nuestras vidas
grandes apios que los sábados
giraban estupendamente.
Luego nos íbamos en góndolas.
Íbamos otra vez a un televisor en blanco y negro,
a conocer otros supermercados
y despavoridos cogíamos algunas revistas
colgadas en anaqueles presuntuosos.
Los días de mi madre
eran barrer con un cepillo
y lustrar para que no entre el demonio.
Pero el demonio ya había entrado.
Y me nacieron estas enormes manos.
Estas enormes manos que no cesan de escribir.


JORGE PIMENTEL




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