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Corazones tatuados

      Oh Dios atiende mis plegarias, escúchame, cree en mí.
      Sé que eres ruin, aún así envío mis plegarias a tus
                                              desdenes.

      Soy como el demente observando fantasmas que nada más
                                                él ve,
      así sin decir jamás una palabra,
      navegando en el mal tiempo.
      Esperando a que caiga la noche para conversar con la luna,
      mirándola como un gusano que se asoma de su fosa al
                                               mundo.

      Sé que ese fantasma habla y se desplaza luminoso como
                                             un cometa.
      Oh Dios atiende mis plegarias, escúchame, cree en mí.

      2

      Nosotros también éramos monstruos bajo los almendros,
      la tarde se metía en nuestros cuerpos,
      era como un sorbo de veneno.
      Los monstruos desfilaban,
      daban vueltas,
      les inventábamos historias.

      ¿Cuál era nuestra historia,
      qué maldición nos condenó?
      Seguramente el desamor,
      y esa sed de amar hasta morir intoxicados.

      Nosotros también éramos monstruos bajo los almendros,
      la única diferencia era que nuestras heridas estaban cubiertas,
      pero bajo costras,
      fluía la sangre,
      hedía la pus
      y el dolor gritaba.

      3

      La noche se ha ido,
      ha quedado un poco de muerte,
      ella besa mi boca instalando ceniza.
      Sé que aunque beba, la ceniza no me abandonará,
      estará recordándome que existen diversas formas de
      muerte.
      Debería quemar mis naves
      y hundirme.

      4

      Oh Dios que sigues mis pasos,
      que pisas mi sombra y no me dejas avanzar,
      que me lanzas tu aliento
      y no me permites respirar,
      que invades mis sueños como mariposas
      que en pesadillas me regalas rosas negras para morir
      y polvo de estrellas para conocer del amor el rubor de la fruta
      que confundes mi discurso,
      que garabateas mis versos,
      que oxidas mi vida.

      Oh Dios que sigues mis pasos,
      deja que corra desnudo tras el goce,
      deja que muera ebrio,
      deja que caiga al pozo donde me aguarda mi sombra.








De Isla negra, director Gabriel Impaglione
Selección: Fernando Andrade



JORGE MARTILLO MONSERRATE




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