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Junto al aire de junio

Me desnudó tu ausencia de palabras.
De voces para llenar el día. O la noche.
El papel igual que el corazón.

Ángel. Sombra violenta. Por tu vuelo
espiga de silencio
creció en mi huerto viril y de caricias
para dejarme inmóvil la garganta.

Me detuvo la noche y me detuve como un nocturno vigilante.

La herida que tú ignoras
fue la más amplia estrella derruida
que oscureció mi voz e iluminó la orilla
en que voy navegando acompasado.

Como al entrar en la blancura que anestesia
blanca de una sala en que la cirugía toca todo
con aéreos guantes
así se iba perdiendo tu presencia. Dolorosa.

¿En dónde está tu nombre abandonado a otro nombre?

¿En qué espumas de amor bañas tu cuerpo?
¿Quién vive el clima de tu sexo?

M i amargura es igual. Me inquieta todo.
Pero tú
que eras a un tiempo júbilo y fatiga
viaje y regreso
turbulenta esperanza de pie sobre la noche
borraste en mi la dicha de asombrarme.

Debo decirlo. Soy una oscuridad que avanza.
Un silencio que cobra espacio. Tiempo.
Un pulso lento en todas mis arterias.

Viví la agonía de una estatua
inmóvil y sin voz
mirando al tiempo inevitable y claro
coronarme.

Débil estoy aún. Y apenas corno un niño
voy al encuentro de mis pasos de nuevo
con el paso sereno.
Sin letras en los labios
que extasiaban tu nombre
y tú.

Avanzo apenas digo.
Y mi ser comienza a renacer de la ternura viva
con una voz más pura junto al aire de junio.



De: La palabra callada (1951-1988)


FERNANDO SÁNCHEZ MAYANS




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