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La palabra

Ahora,
cuando se apaga el fuego que arrasó mis llanuras,
con su gemido estéril,
convalezco bajo un sol tibio
con la fuerza enarcada.
Sabiamente me alimenta la miel
de una colmena inefable.
Acaricio la exactitud de las celdillas
e infatigable, se enardece mi espíritu,
aletea,
protege el panal de la hermosura
para que no muera su reina,
                                              la palabra.



De: Antología nueva


ENRIQUETA OCHOA




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