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Entigrecido vuelvo a las cantinas...

Entigrecido vuelvo a las cantinas
—el medio día justo hace de fuego el mundo,
la tierra en esta jungla, tan lejana del mar—,
sediento de cerveza muy fría
y sólo como el tigre en esas horas
con un cuaderno, un lápiz en la mano.
La cantina es neutral, hay tregua en ella
de razas y fortunas y de ideologías
como en los clubes de ajedrez.
Suele escribirse allí, mejor que al escritorio
o en esa tumba, que algún cuarto cerrado.
Como decía el autor de Ulysses:
“Cuando trabajo, me gusta oír en el entorno
el ruido de la vida”.


De: Otros tigres


EDUARDO LIZALDE




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