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Monólogo del vagabundo

Yo tenía una casa,
una cama de hierro con sueños bien forjados,
una mesa de vino que olía a cedro y a fruta,
vecinos silenciosos en la villa.

Yo tenía una mujer;
se bañaba en la luz de nuestra casa,
mis temblores vivían en su boca
y entre sus piernas brotaban
dulces gemidos que inundaban el mundo.

Ella me amaba.
Un día me pidió
que encendiéramos la hoguera para siempre;
la mano me tembló,
cuando acercaba el fuego al atado de leña
la indecisión sopló sobre mi mano.

Si la hubiera encendido yo tendría un hogar,
no sufriría la lluvia interminable sobre el rostro
ni este frío miserable que me tiene en agonía.



De: Verdad posible


EDUARDO LANGAGNE




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