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A un traje de pana verde que por ahí anda perturbando a los muchachos

                                        "Ningún hombre es dueño de su destino.
                                        Ninguna mujer es dueña de su corazón."
                                                                      La Rochefoucauld




Deslumbrados los ojos, adornados de ti,
despertados de súbito, ¡oh visión turbadora!
sujeta la mirada cual broche a tu vestido,
la cabeza imantada al giro de tus pies,
adivino el temblor con que, torpes, mis manos
tus ropajes, rasgándolos de ti, separarían
de los hermosos miembros entrevistos apenas.
Mis ojos, a un banquete tan inesperado acudirían.
Nutriéndose de ti se inundarían de oro.
Mas la tela, al cubrirte, es igual a la cáscara
del fruto que no debo probar.
Y así tal semejanza te convierte
en un irresistible deseo.

(De: Indicios vehementes)


ANA ROSSETTI




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