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Flor en una mano

También sedosos pétalos abría
y eran cinco. Crecido su rosado
entre los dedos reposaba blanda
casi dormida ya en el sueño fuerte.

Sombreaba los canales diminutos
de la mano, sepulcro de sus horas,
y como un cuerno alzaba un petalillo
más allá de los otros resignados.

¡Cuán gemelos sus pálidos perfiles!
Y ésa, sin huesos, dócil a los vientos,
la cabeza entregaba en los caminos.

Y ésta, ungulada, presta a la rapiña,
con lacres de Satán y aleccionada
en viejas artes negras sabedoras.



De: Mascarilla y trébol


ALFONSINA STORNI




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