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Lección

Es fácil aprender a morir.
Es como aprender a anochecer.
El día lo sabe, lo saben la flor, la abeja, el agua clara.
Lo sabe el niño.
Es como aprender a amanecer.
Lo saben el alba, el viento, la nodriza.
Lo saben el musgo, el arroyuelo, el ánade.
Es como aprender a sollozar.
¿Quién no lo sabe? Solloza la paloma,
sollozan los pinares,
el agua en la hondonada y el cuervo en la espesura,
todos lo saben, sí, todos lo saben:
el niño cuando el miedo le roza las pestañas
mi madre cuando reza.
Todos lo saben: ¡es tan fácil!, ¡tan fácil!
Es como aprender a cantar.
Canta el Herrero rudo y canta el lirio frágil.
Canta la suave seda, canta la espina fiera.
Canta la dulce sed que en tu boca se acuna.
Todo canta, mi amada, todo en el mundo muere.
¿Me diste la lección? ¿Te la di algún día?
¿Fue mi madre, que cose, todavía, blancos pañales, blancos
para su hijo, en cuya cabeza las canas se extiendes y sollozan?
Yo no lo sé, ¿me escuchas? Yo no lo sé.
Tal vez fue el tierno niño que nuestro amor nos trajo.
Tal vez fue sólo el viento.
Tal vez fue nadie, nadie. Tal vez la noche oscura.
Tal vez el sueño triste. Tal vez el viento airado.
Tal vez fue ella misma, la última nodriza.
Sí, es tan fácil, tan fácil, tan simple, sí, tan simple.
Es como aprender a anochecer.
Es como aprender a amanecer.
Es como aprender a sollozar.
Es como aprender a cantar.
Es tan fácil, tan fácil, tan simple, tan sencillo.
Todo el mundo lo sabe:
el capulí, la alondra, el eucalipto, el álamo,
la novia, la nodriza, el buey, la vivandera,
el sacerdote, el viento, la llovizna, el tendero.
Todos lo saben, todos. ¡Es tan fácil! ¡Tan fácil!



De: ¡Nunca! ¡Nunca!


ALEJANDRO CARRIÓN




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