RODOLFO HÄSLER | |
Somos la impresión de dos sombras indolentes rendidas ante el espejo, en la atmósfera crepuscular, el azogue y el rostro reflejado, sellado libro que guarda las incógnitas. Nos frotamos en su dura superficie como ávidos animales largo tiempo en abstinencia, ¿qué impulsos me llevan a quebrar ... | |
A mi padre Desde arriba contemplo a la bestia dentada y recuerdo que en la infancia jugaba con una réplica en peluche, mucho menos imponente, presente en la formación sentimental de todo niño alpino. El foso es la salida del laberinto medieval, un camino sinuoso ... | |
Maresmer ver desmeral dar dar ver verd verd smerald Visio smaragdina. Juan Eduardo Cirlot Un manto de materia verde cubre la montaña. Verde, verde y verde. La alternancia con el rojo y la rosa que abre entre hojas verdes, el verde helecho arborescente ... | |
Pido al sol que en tu cuerpo se ufana y destaca henchido de vigor rojo en las nalgas, mil lados de la gema más buscada, repentina, ya incendiada. Tu desvelo me llena y el deseo, tan denostado y del que tanto dependo, corona mi cabeza y entra en ti como negro impulso o negro ... | |
El vino es para acompañarte con mayor deleite, a la portuguesa, ya ves, en las grandes ocasiones, un sabor acre a carne cocinada que deja en la boca la lujuria más honda, el colmillo para hincar, para morder el suave haz del pedazo de espalda, humeante, azul al paladar. Si sigues sollozando ... | |
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Caminando por la ancha avenida, en dirección norte, el paso lento y cimbreado, las manos en los bolsillos del estrecho pantalón vaquero, azul como las largas piernas. La cadera prieta por el cinturón incitaba a la lectura de dos inciciales entrelazadas en plata, trofeo ostentoso ... | |
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Disfrutaba de la arcana fuerza de juventud no sin cierto sentimiento de cautiverio o distancia. Entonces fumaba Gauloises hasta altas horas de la noche y desayunaba en un viejo establecimiento de nombre extraordinario, Megas Alexandros. Alejado ya de la canícula, a medio morir, ... | |
Dueño de los aspectos ardientes e irracionales de la vida, es capaz de alterar el comportamiento de los animales en el jardín de Arcadia. Parece ignorar, hasta el momento, el suceso maravilloso que ha tenido lugar en el infierno. independiente y lleno de energía, ... | |
Entre el blanco y el negro, los colores de la ciudad son infinitos, el tono del mamey para embarrar las calles, el blanco de las nubes y de tu collar y el color de la tormenta y de la papaya. Las leves huellas son verde narcótico que la noche administra en la retina del que dejó su casa. ... | |
La partida El dos es una casa donde las estrellas titilan encima de todas las cabezas, el aire blanco, refractario, perfora los convenidos puntos cardinales. Dices siete palabras mágicas y un incendio podría despojarlo de todo su sentido. Ofrenda a Venus Todo cuanto florece, ... | |
(a Paul Bowles) Sonaba en la calle una grabación de la cofradía gnaua en un charco turbulento y el inquilino se despertó confuso, con profunda sensación de desamparo. Paseó la vista por la habitación en penumbra y advirtió que aún faltaba hasta que le sirvieran su acostumbrada ... | |
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Pan marcado para la duración, lo partimos cada día al celebrar el reino de la tierra, nuestra estancia entre los vivos se hace íntima al inclinarnos ante su corteza, un fuerte abrazo supremo, el fuego que lo dora es su conversación en vida pridigiosa. Si lo desprecias la elocuencia ... | |
Dulce adolescencia sin raíces. Han transcurrido más de veinte años para recordar un viaje, tanta magia en el estudio de mi pintor, la dulce calma fue mi aprendizaje en el silencio, un momento sólo todos los momentos, el niño que se mancha el dedo de azul para fijar en la tela un sueño ... | |
(en la casa de Lezama Lima) Qué impresionante silencio en la angosta saleta, en el exacto lugar donde la voz atronadora reclamaba cada tarde su café, en fina taza china, colado y servido con amor de madre. Remedio certero para aplacar el ritmo entrecortado, entre risotada ... | |
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La joven yace envuelta en una fina mortaja de hilo mientras Orfeo desciende a su encuentro, consumido por el fuego. La pasión resbala como basalto envenenado o agitado estuche de rubíes hasta la cintura. La fina tela, sostenida por la curva de su pecho plano y bellamente ... | |
Como una actinia oscura, rojo púrpura, ni hablo mi lengua ni habito en mi país, soy, eso sí, el heredero de una inteligente familia fenicia. Heme aquí el fenicio del célebre poema de Eliot para seguir siendo el ahogado para siempre. Como se sabe, los poetas no tienen vida propia, ... | |
A Magdalena Chocano Descubrir el peligro convierte a la ciudad en un lugar rutinario. El horror da la pista de lo que hay que hacer en semejante circunstancia, pues se trata siempre de buscar la salida más rápida en lo que la violencia tiene de aproximación a nosotros mismos. ... | |
Cuando la infancia se recrea largo tiempo en ti se ilumina el azul, y el color azul no es de este mundo pues sugiere eternidad, reposo sublime, inalcanzable sacralización de los sentidos. El azul se repite al infinito, incita al abandono, despierta deseo de pureza, sed de su inmanencia que tanto me colma. ... | |
Desciende la medusa a aguas más profundas, cada uno de sus abrazos es libre de pecado, peso que inunda el cuerpo y se adentra en el vientre. Sólo queda el enigma, sólo la solución podría avanzarte el mensaje, pero estás condenado por tu ingravidez al abismo que reclama la misericordia. ... | |
El color turbio y verdoso de las aguas solidifica en el aro de jade frío que aprieto entre los dedos. | |
Los huesos son tambores despojados por el peso de la danza. Es la larga noche de ritmo sincopado, la noche de la risa, de la extraña compañía, para presenciar la muerte de las horas con la boca pintada de papel secante. De: Danae, la ciudad | |
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I El alba me sorprende leyendo a Thomas Hardy en un camino libérrimo trazado en la imaginación donde gozoso te busco en dirección al cielo, masticando cálidos nenúfares, cálidas flores de ciruelo, las turquesas derramadas en tus brazos, tu placer, tu costado, el estío ... | |
De las tinieblas de la casa inferior, una figura llena de majestad ascenderá por un momento, en cuerpo de diosa, acaso una heroína. No es seguro cuál sea su destino, presa de amor, bajo el peso de sus faltas, en el fuego de la lira, Eurídice, la amada de Orfeo que vive en el infierno. ... | |
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Aprendes una lengua erosionada. Tiendes la trampa para resbalar en el lacre, un broche imposible de violentar, soy el que olvida la razón en el límite morado del azar. Reflejarme, proyectarme en el pálpito hueco de la huida, el ansia que maneja el carro de fuego que me arrastra. ... | |
Señor de la despedida, su última intervención será la más perfecta. Rápidamente se aleja de la luz más cruda como escorpión atento a todo acontecimiento del subsuelo. Todavía bajo la impresión de lo que acaba de presenciar, vuelve hacia atrás la cabeza. La posición ... | |
Si hubiese creado el mundo abigarrado y alguien me pidiese cuentas por ello, lo llevaría a oler la fruta aplastada en el suelo. Desde el inicio tenía la certeza de que las hormigas recorrían continuamente mis piernas, decididas, como luna inmóvil en el recuadro de la plaza. La mancha ... | |
La inmensa planicie brumosa, húmeda, helada en su superficie, tierra y cielo solidificados por meses y meses, no entra el azadón, los enormes almácigos dispersos al borde de los canales indican la cercanía de las granjas, extensa granja de ladrillo y madera entrecruzada ... | |
Todo aquel que estudia poesía anuda en primer lugar la esquina de su turbante, solitario y azul en torno a la cabeza. Lo que dice quiere ser diáfano, en palabras cíclicas que nunca aclaran el enigma, quizá por culpa de la luz o de tanta desesperación que aflora ... | |
Sus palabras revelaron a los escogidos los secretos de la creación, por lo tanto, su posición es importante. Ni sus pies ni sus manos sirven para sostener la tierra. | |
No sé qué decir de la arquitectura de esta blanca ciudad, en el balcón, sin poner las manos extendidas sobre la mesa y ver cómo se amarga el dulce de miel. El estilo de Viena, de Berlín, de Brno y de Zürich siguió adelante tras el hundimiento de Europa. ¿Dónde acaba Europa? ... | |
Dan ganas de llorar mientras la luz, tan limpia, se emora en caer sobre los cubos azules de la medina, la luz es leche en el instante mortecino del crepúsculo en su insistencia por una huida lenta. Dejo de caminar mientras la actividad remite y los faroles de las esquinas dan irrealidad ... | |
Complacido voy de la mano de dos hacia una cama destendida que acoge entre sus pliegues un libro de cuyo autor no alcanzo a leer el nombre. Compagino seducción y poesía y ese pensamiento súbito me enciende. Oh trajín de la carne oh tarde de lectura, no sé qué puede más, ... | |
Ô parfum chargé de nonchaloir Charles Baudelaire Sólo una orden puede interrumpir la indolencia femenina, la fantasía del ojo que abarca la magnificencia del harén, el goce de la mujer con su turbante. La tibieza de los cuerpos descansa en una flor extraña en la visión de las más jóvenes ... |