CAROLINA CORONADO | |
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(1845) ¿Queréis formar un coro, hermosas las del canto peregrino, más dulce, más sonoro que el rumor argentino del agua y de los pájaros el trino? ¿No veis cómo las aves cantan en amigable compañía a unos acentos graves los otros de alegría, uniendo en perfectísima armonía? ... | |
¡Ay! transportad mi corazón al cielo Ángeles peregrinos que habitáis las moradas divinas del Oriente y que mecidos sobre el claro ambiente por los espacios del mortal vagáis. A vosotros un alma enamorada os pide sin cesar en su lamento alas, para cruzar del firmamento la senda ... | |
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(1845) Aunque serena y callada a tus suspiros me veas, no indiferente me creas; es que el alma enamorada diciendo está embelesada Alberto, bendito seas. Si a responderte no acierto cuando me vienes hablando, ¿piensas que tu voz no advierto? pues es que estoy murmurando ... | |
I ¿Cómo te llamaré para que entiendas que me dirijo a ti ¡dulce amor mío! cuando lleguen al mundo las ofrendas que desde oculta soledad te envío?... A ti, sin nombre para mí en la tierra ¿cómo te llamaré con aquel nombre, tan claro, que no pueda ningún hombre confundirlo, ... | |
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Y tú, ¿quién eres de la noche errante aparición que pasas silenciosa, cruzando los espacios ondulante tras los vapores de la nube acuosa? negra la tierra, triste el firmamento, ciegos mis ojos sin tu luz estaban, y suspirando entre el oscuro viento tenebrosos espíritus vagaban. ... | |
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¿Cuál de las hijas del verano ardiente, cándida rosa, iguala a tu hermosura, la suavísima tez y la frescura que brotan de tu faz resplandeciente? La sonrosada luz de alba naciente no muestra al desplegarse más dulzura, ni el ala de los cisnes la blancura que el peregrino cerco ... | |
(1848) Nada resta de ti...te hundió el abismo... te tragaron los monstruos de los mares. No quedan en los fúnebres lugares ni los huesos siquiera de ti mismo. Fácil de comprender, amante Alberto, es que perdieras en el mar la vida, mas no comprende el alma dolorida ... | |
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¡Oh cuál te adoro! ¡Oh cuál te adoro! Con la luz del día tu nombre invoco apasionada y triste, y cuando el cielo en sombras se reviste aún te llama exaltada el alma mía. Tú eres el tiempo que mis horas guía, tú eres la idea que a mi mente asiste, porque en ti se concentra cuanto exite, mi pasión, . ... | |
La luz del día se apaga; rosa blanca, sola y muda, entre los álamos vaga de la arboleda desnuda. Y se desliza tan leve que el pájaro, adormecido, toma su andar por ruido de hoja que la brisa mueve. Ni para ver en su ocaso al sol hermoso un instante ha detenido su paso indiferente y errante. ... | |
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La niebla del diciembre quebrantaba del sol los melancólicos fulgores cuando en mi corazón de tus amores el acento primero resonaba. El segundo diciembre se acercaba trayendo para mí nieblas mayores que a merced de los vientos bramadores tu nave en el Atlántico bogaba. ... | |
Una corona, no, dadme una rama de la adelfa del Gévora querido, y mi genio, si hay genio, habrá obtenido un galardón más grato que la fama. No importa al porvenir cómo se llama la que el mundo decís que dio al olvido; de mi patria en el alma está escondido ese nombre, que aún vive, ... |