LUIS CARDOZA Y ARAGÓN | |
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Llamo y nadie responde. Pregunto a la piedra y a los árboles. Canta un pájaro y me doy cuenta de que las casas no tienen ventanas: demasiado débiles para tumbas, demasiado fuertes para moradas. Beso al leproso y a la niña con caspa. Y a ti, violento geranio; y a ti, crepúsculo... | |
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Amo su potencialidad en la ternura y en la diatriba, en la descripción o la síntesis de una visión, de un indecible estado de ánimo. Al cantar la cebolla o el alambre de púas. En su pesadumbre por la muerte de Silvestre Revueltas, en los poemas de su tenaz amor a España, a nuestro pueblos en Canto General... | |
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No sé verdaderamente cómo imaginarle, claro y enorme amigo! Le veo en un jardín de orquídeas, Júpiter jovial, un haz de infinitos en la manro. Como un laberinto de espejos poblado de sirenas, como un gran caracol marino,/ como un gigante con temor de niño,/ como una guillotina que cortase rosas, como un caleidoscopio de ternuras... | |
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Yo me acuerdo de niño jugando con mis velas sobre los mares de las sábanas y los mapas de goteras. Su follaje, la noche misma. Un río lo cruzaba como inmensa bofetada de luz. No hay destierro, sueño a sueño, mi vida en el alba eleva todavía su leal insignia de invisible púrpura... |