CARMEN CONDE | |
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Es igual que reír dentro de una campana: sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles. Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo y yo te transparento: soy tú para la vida. No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos. No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya esta mortal ausencia... | |
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Por qué supe de ti, oh bestia impura? ¿Acaso te salvaste del oscuro silencio llevándote conmigo por las quemantes tierras que Dios nos destinara en su arrebato? Esclavos nos hiciste, y te quedaste esclava. Ya nos sacude todo con idéntico brío... | |
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Tus ojos son las fuentes donde beben los tigres, que cuando tienen sed no respetan las selvas; y arrancan, mientras rugen, esas flores sencillas que entre el romero mueven su poderoso olor. A tus ojos se vuelcan las entrañas del monte, y por nacer en ellas, ¡oh líquido delgado!... |