CÉ MENDIZÁBAL | |
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Estoy atrapado entre tus paredes. Un desgastado anillo de oro y su perdida piedra recuerdan mi misión pero no mi nombre. En un rosario de farolillos rojos, aposentos fríos y hembras belicosas intenté distintas denominaciones, a fin de engañar, a fin de creerme. Ahora estoy encerrado en ti, ... | |
De la tumba, donde te ha diseminado la venganza, vuelves plena de la forma que tanta desdicha provoca. Tu cuerpo, que pulía despacio los asombros, es de nuevo nido de la mirada y ahora que tan pronto te esfumas entre las sombras, adhiriéndote falsa a brumas aún felices y sin mancha, ... | |
Sentado en el centro del jardín, ante la mesa, el periódico entreabierto, aguardo a que el tibio disco de oro culmine su paseo. Dentro de la casa, dos sombras son toda mi compañía: una finge conversar animadamente por teléfono, mientras la otra cree estar sumergida en las imágenes ... | |
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Quería perseguir el ondulado fuego del deseo en tu piel Esculpir en el alba el tallo de cada respiración agitar pliegues y explanadas con la carga de desparejas infanterías articular el nombre secreto de los instantes ser animal de presa para el que no hay mas recompensa que hundir los dientes ... | |
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Donde vivo, querido Gilmar, el rumor marino y la abultada hierba acompañan todo el año. Las mujeres visten ropas tenues y balancean el cuerpo para recordarnos aquello que sobradamente quisiéramos olvidar. Los niños juegan, los animales (esos de que hablabas) miran absortos. ... | |
En el patio, su padre silba y aguarda mientras sus dedos persiguen un tornillo al interior de una quejumbrosa lata. El rito del envejecido perro es alargar el hocico a los cuatro puntos cardinales todos los minutos, todos los días. En las habitaciones se ha detenido la geometría. ... | |
Mientras cruzo la plaza, la noche queda estática. De aquí y de allá viejas risas salen al encuentro como animales conocidos y fieles. Un puñado de sombras persigue alegre una pelota que rebota lenta e incansable hasta perderse en lo hondo. La memoria se abre en un abanico: ... | |
Al sumergirse en el oeste, por el dormido oleaje de las nubes, la encendida moneda que cae entre las agujas y las azoteas dirá si es cara o sol. Desde aquí, mi ventana intenta convencerme de que todos los reinos son míos: el cielo de mármol, las enervadas construcciones, la multitud. ... | |
El lenguaje del polvo al retornar a las superficies, tras los delirios del vuelo El baile de la luz al quebrarse en la enjaulada caligrafía de la arboleda En un rincón minúsculo del cuarto tinieblas y resplandores juegan y se persiguen hasta engendrar la noche y el día con su rosario de amaneceres ... | |
Dolmenita, pilares, zigurat, furor, maniobra, juego, posición, menhir, gemido, uña, cráter, agitación, percepción, percatación, sentidos que se abren, dedos, alambique, el alambique de los dedos mientras al sur el arilo enfrenta al argonauta. Poema seleccionado por el ... | |
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La arena del tiempo en el cúmulo de los días. Las sombras que se hacen largas en los rostros. Una bandada de verbos y sus crías se desliza en la helada superficie del cielo. La conversación es un río de palabras que revierten la historia mientras el agua regresa y Heráclito se asombra. ... | |
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Y la luz que se dispersa en el aire, en medio de las espirales de la música de los rostros que hablan del cansancio del alcohol y ríen con placer. De los labios que persiguen a su modo las melodías. Los pies ya son parte de un suelo que baila, mientras los sueños ... | |
En Tenochtitlán los tallos y bulbos brotaban por alrededor, las aguas fluían debajo de los puentes de tronco, rocas y cuerda; el águila visitaba la cámara real no para devorar a la serpiente, para fecundarla. Ahora Tenochtitlán está rodeada de guerreros. ¿Cuántos habrá en la oscuridad ... | |
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No estuviste en Troya, Helena; tus pies no conocieron esa tierra. La guerra se inició allí por el fuego de tanto deseo. Más que nadie te amó Homero Para urdir ríos de palabras en el nombre de tu ausencia, para ver la acumulación de las armas donde no había nadie, para ver el tumulto ... | |
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Parece cierto que a Judas se le cayó una moneda de la bolsa mientras corría en busca de un árbol. La halló un mendigo que comió bien ese día se compró una túnica de segunda mano y llenó de azaleas el templo. Poema seleccionado por el autor | |
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