ENRIQUE DÍEZ-CANEDO | |
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Todo lo llevas contigo, tú, que nada tienes. Lo que no te han de quitar los reveses porque es tuyo y sólo tuyo, porque es íntimo y perenne, y es raíz, es tallo, es hoja, flor y fruto, aroma y jugo, todo a la vez, para siempre. No es recuerdo que subsiste ni anhelo que permanece; ... | |
(Montevideo) Y un día entre los días ¿qué misteriosa mano con un golpe certero te arrojará, en deporte de trasmundo, a lo arcano que te aguarda, oh pelota lanzada a tu agujero? | |
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Han venido los húngaros, hermana, osos de tardo andar, monos ladinos lleva la miserable caravana. Son los hombres esbeltos y cetrinos. Fuman pipas enormes. Llevan rojos casquetes, de los cuales se desborda la maraña de pelo, y en sus ojos brilla el destino de la errante horda. ... | |
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La voz del mar es un clamor de furia, de paroxismo. En el temblor del agua, con espasmos de amor y de lujuria, tal vez un mito divinal se fragua. Líquidas trallas baten los cantiles; y es tan tremendo el ímpetu que azota los peñascos austeros y seniles, que su masa en esquirlas salta rota. ... | |
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Yo me quiero morir como se muere todos los años el jardín, y luego renacer de igual modo que renace todos los años el jardín. Se han ido los pájaros; volaron, pero no tenían alas. No me quiero morir como las hojas, ni quiero ser el árbol de perenne verdor adusto, ... | |
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Epigramas Americanos | |