WILLIAM OSPINA | |
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¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua? Si tú me vieras caminando a esta hora hacia el río me dirías: mujer ¿en dónde está tu hogar? ¿dónde tus hijos? ¿Dónde los sacos de lana, el tambor de bordar, la sartén en el fuego, el té del atardecer, ... | |
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En la punta de la flecha ya está, invisible, el corazón del pájaro. En la hoja del remo ya está, invisible, el agua. En torno del hocico del venado ya tiemblan, invisibles, las ondas del estanque. ... | |
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Una región del muro está hechizada. Sólo el ojo lo sabe. Un cristal incansable paso a paso repite las rectas sombras que la tarde desplaza. Terriblemente dócil, no desdeña la vertical sinuosa de una hormiga extraviada y al fondo de sus cámaras también crecen las plantas. ... | |
Aquí hubo un mar hace un millón de años. El hombre no lo sabe, más la piedra se acuerda. Pártela: hay un cangrejo en sus entrañas, Todo de piedra ya, forma magnífica Que se negó a ser polvo. Ante el peñasco y el guijarro, piensa Que acaso fueron seres dolorosos, ... | |
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Padre, le digo, dame tres granos de cebada para despertar al durmiente. Pero mi padre no responde: es un enorme jinete de bronce, alto sobre colinas y sinagogas. Madre, le digo, aparta tanta niebla, muéstrame un rostro dulce, del que broten palabras ingenuas. ... | |
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Hablábamos de los dones de la tiniebla. De los amores muertos. Cuando se perfiló sobre el Oeste El oro espeso de la media luna. Mira: es la Luna del Dragónme dijiste. Y los dos la miramos Como si algo terrible pesara sobre el mundo. El hemisferio gris parecía lleno ... | |
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Está muriendo un Dios en el centro de un ópalo del color del crepúsculo. Está muriendo una hoja de hierba en el pecho de Cristo. Está muriendo una rosa en el aire estancado de la catedral de Maguncia, traspasada en el aire por una quemante aguja del sol. ... | |
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Advierto con profunda perplejidad que el hermoso guijarro que abandono en el aire se precipita recto hacia la tierra. Tal vez para una hormiga que fuera en el guijarro seria más bien la tierra lo que cae, verde planeta que se precipita. Para el soldado inmóvil antes de halar la cuerda ... | |
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A medianoche, en Nueva York, ella, emergiendo de los mares del sueño, escucha esa palabra cargada de agua azul como otro sueño: Adriático, y sobre un ajedrez de hierro y luna acaso ve las naves. Selección: Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras | |
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