JOSÉ LUPIÁÑEZ | |
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Sé que mi corazón alguna tarde recordará estas aguas quietísimas del Mar de Mármara y este liviano encantamiento azul del cielo que las sueña. Sé muy bien que mi corazón alguna tarde, en el jardín, quizá, ya del crepúsculo buscará este frescor, estos reflejos del lento amanecer que... | |
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Este sol va dorando lentamente mi alcoba, que es un raro navío que ha perdido su rumbo; de tristeza se duelen abatidos velámenes porque la brisa esconde su ráfaga inocente. Esta tarde se incendia lentamente mi alcoba con los últimos dardos de algún sol que consigue alejar más... | |
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Desde el Bazar Egipcio se expande por el aire una oleada de esencias. El humo primitivo de los hogares adormece a la tarde, que huele a mar y a profecía. Triunfa en el aire, loco por el perfume, la oración desgarrada de las mezquitas, la que gime o invoca el nombre santo de Alah... | |
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Contempla allá esa luz que hacia el poniente es sangre. Esa luz que parece inventarse la ciudad en sus atardeceres. Distinta cada día, contémplala desde aquí y mira cómo asciende desde la urbe que la sueña, mientras se van haciendo eternos los perfiles de cúpulas y de minaretes... | |
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Aquí aguardo sentado cerca del sol, sin prisa, contra el muro de luz que es parte de mi casa. Aguardo a que termine lo terminable un día; mi sombrero me cubre, apenas si levanto los ojos hacia el cielo: prefiero la victoria mil veces de la cabeza baja, y el corazón quebrado en un sinfín de partes... | |
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Delgada es esta tarde de julio, inmóvil, asida a las columnas que se alzan sobre la hierba blanda Delgada es esta tarde de julio que decae con dulzura, como las manos que no atienden al sol, ni están alerta al paso de las horas... ¡Qué tristes dan los cuerpos una vez y otra vez... | |
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Guarda mi corazón el balanceo de las altas palmeras, que un aire azul agita en la noche benigna. Siento en mí sus raíces nutrirse de mi sangre y que sus altos troncos, ingrávidos, insomnes, llevan las cicatrices, las marcas cenicientas de mi alma, que un día tatuaron los dioses. En... | |
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Aquí en lo oscuro quedo pulsando mi dulcémele, mientras veo que te alejas feliz, contra la línea del horizonte. Mueves el cuerpo al son de mis acordes, cada vez más distante, más cómplice, y un ritmo de secreto te hace tan diminuto. sí, te alejas de esta pequeña hoguera que hemos prendido juntos... | |
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Asisto al despertar del nuevo día en las hermosas playas de Kovalam. Saludan a mis ojos las palmeras agitando sus ramas solemnes como brazos y el mar, el Mar de Arabia, con sus peldaños de espuma hacia el infinito. Sobre la orilla lenguas de sal que se suceden en un vaivén sin tregua... | |
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Desde la torre observas cómo cae la tarde, las últimas montañas perdidas con la niebla, los árboles que ascienden levemente, el abismo, el fulgor de los astros que brillan por tus ojos. Cerca quedan las playas del Sur, amplias y lentas, vacías a esta hora en que el mar se desvanece... | |
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Cantan dulces baladas con los labios pintados, tienen los corazones rotos por el amor, llevan gemas sombrías en sus dedos tan pálidos y en sus frentes que un astro porque sí decoró. En las noches siniestras beben su bebedizo y pasean su amenaza con amargo desdén... | |
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Repica el agua en la verde maleza que ahoga las tumbas de los antepasados: estelas inclinadas y hundidas en la tierra llevan grabadas frases que en su vida los muertos idearon. Sentencias y deseos, sueños tallados en la piedra. Y ahora la lluvia toca sus pensamientos y resuena... |